23.6.07

una geisha

Nunca supe su nombre. ¿María, Sofía? Digamos geisha para abreviar. Amigos, lo daría todo por una foto suya, así ustedes compartirían mi risa. La cara blanca, blanquísima, efecto no tanto del maquillaje como de la harina de feria. Boca pequeña, muy roja y no pintada del todo. Ojos negros, rasgados, ausentes. Borracha es poco decir, se caía de la perra. Y bueno, por pudor hay que evitar el resto. Debo decir sin embargo que todos los mitos al respecto son, por fortuna, absolutamente ciertos.

21.6.07

demasiada luz

Una belleza abrumadora, eso es, demasiada luz. Medellín, sinónimo de sol y color, me abre sus puertas por estos días. Días de descanso. No hay mucho que decir. Vivo feliz y así no puede escribirse. Camino con mi hermano por las callejuelas de Envigado, vamos a cine, fumamos como locos. Vuelvo a la cocina de mamá, al nido primigenio, recuperamos tantos meses de ausencia. Voy mucho a piscina, tomo mucha cerveza, leo a Papini. Casi no extraño la ciudad. Poco internet, por lo demás. Estamos planeando ir de camping este finde. Si consigo una cámarita, dejo por aquí algún registro. Bien, me voy. No hay mucho que decir.

10.6.07

Persona, de Bergman (1966)


Sexual y sombría. De una tristeza agresiva, provocadora. Luces y sombras protagonizan el film, es posible ver todo el espectro del blanco y negro. Gotas, arañas, paredes desnudas. Un niño que acaricia una cara borrosa. En la oscuridad, dos fuentes de energía se unen de repente, lo que da origen a la historia.

Vendrá ahora una exitosa actriz representando Electra. Calla de súbito y sabemos que algo insólito ha ocurrido. No vuelve a hablar en toda la película aunque sea el personaje central. Es recluída en un sanatorio, entregada al silencio y la inmovilidad. Le es asignada una enfermera joven que al principio rechaza el trabajo pues se sabe incapaz de manejar una fuerza mental que ha elegido la quietud por voluntad propia. Por contraste, la enfermera habla todo el tiempo, sostiene el hilo de la historia, se confiesa ante la actriz que parece escuchar en una actitud de triste piedad. La joven ama y admira a su paciente, la invita al campo, le hace lecturas de grandes tragedias. La sombra de Kierkegaard parece caminar con ellas por las frías playas de Suecia. Elisabet es el nombre de la actriz, que ya sonríe a su compañera, la acaricia con los ojos. Casi se seducen. Una noche, ya tocada por el vino, le susurra algo a su joven amiga, la única vez que abre la boca: "Ve a acostarte o te quedarás dormida sobre la mesa". Esta repite la misma frase, como si viniera de su conciencia. Alma se llama la enfermera, que ante el mutismo de su paciente, decide abrir su correspondencia. Descubre que ésta revela a terceros los secretos que ella tuvo la debilidad de confiarle, que la actriz le espía y le estudia desde su ambiguo silencio. Cambia de actitud, le reprocha, le exige palabras. Deja que se corte con vidrios, le amenaza con agua hirviendo. Le recuerda que no es nadie, que ha querido callar para no tener que mentir, para no fingir un carácter. Toda una vida de impostura solo admite el silencio, la muerte en vida. Todas las noches sueña que la actriz viene a su tocador y le acaricia el pelo de manera sensual. Se miran ambas al espejo y son iguales. En el día, empiezan a confundirse. Alma habla cada vez menos, sus ojos desarrollan una especie de sombra. Parece comprender lo inútil que es tratar de forjar una unidad en torno a sí mismo. Le enseña a hablar a Elisabet. "Nada", le repite, "nada, nada, nada..."

8.6.07

un poema

Con sangre en los ojos
mirar a lo lejos
hastiados
divertidos
con todos los vacíos ontológicos
a cuestas
y el paso rápido
y el sostenimiento del aire en el pecho
tener que gritarle a los felices
que los amamos
que los envidiamos con rigor
que nunca tuvimos el coraje
de amar a la muerte
de rebelarnos de verdad
que nunca abandonamos
la ciega obstinación contra el tiempo
que ya no nos quejamos
de haber dicho No en las puertas del cielo

Queda decirle a los hijos
que no hay nada que legarles
salvo algunos dioses muertos
y las bases de las estatuas
para que busquen o no busquen
para que nunca encuentren
para que follen
y rían
y compren trapos y discos
y hagan pésima poesía
insertados en la vida
o mas allá de ella
sin revolución
ni profecía
con un sueño oscuro
en un sótano oscuro
a las tres de la mañana

6.6.07

Sobre Julio "El perseguidor" Cortázar

En una entrevista que ví una vez en YouTube (les quedo debiendo el link) decía el querido Cortázar que para él era casi imposible escribir un ensayo porque eso suponía una escritura sostenida en una especie de código lógico construido con premisas, conclusiones y nuevas premisas, lo que para él suponía una gran dificultad. Por eso afirma que su gran terreno es el cuento, la poesía, porque allí puede dejarse llevar "por esas cosas que me vienen, y yo las voy tomando como si nada", buscando apenas la cadencia de las palabras, el juego fantástico. Por ese mismo camino afirma que él no es un intelectual en sentido estricto, debido a esa deficiencia en su racionalidad. Dice que admira a las personas de una inteligencia superior, y que además (a diferencia de él), saben encadenar sus ideas y exponerlas dialécticamente.

Ahora, yo veo en todo esto una extraña modestia. El Cortázar que es Johnny podría ser el Cortázar de los primeros años parisinos, cuando estaba sumergido en el surrealismo, en una suerte de vida poética, de lucha encarnizada contra la Razón y las costumbres burguesas. Rayuela está escrita bajo ese influjo, creo yo, bajo esa revaloración del sueño y de la paradoja que siempre busca nuevas formas (digamos, formas nacidas de la sangre y no del intelecto) para exponer los viejos problemas. El Cortázar que es Bruno es el que fija de manera consciente todas estas estructuras, el que trata de definir al artista que es Johnny (que es Julio) y se le escapa, el tipo con sentido común, con toda la historia de la filosofía a cuestas, y que aún así no logra asir el misterio que es Johnny, que es él mismo en el fondo.

Sabemos que ese misterio es el misterio de la creación, y hasta ahí. No nos atrevemos a cruzar ese umbral. Quién sabe de donde tanta genialidad, de donde tanto artificio. Es francamente exasperante que el análisis tenga que rendir sus armas ante el problema del poeta, un poeta como Johnny, que se crea y se destruye continuamente como si fuera un samsara. Tal vez tenga razón el autor: lo que hace Johnny, lo que hace el genio, no es salvar la humanidad, no es redimir sus pecados. Lo que hace lo hace y punto, lo hace porque no puede hacer otra cosa, porque es "fiel hasta la muerte", fiel a sí mismo y a su propio destino. De ahí su pureza. De ahí su genialidad.