31.7.07

Adiós a Antonioni

Adiós a usted también, señor Antonioni.
Me dolió hasta el pelo enterarme de su muerte.
Michaelangelo Antonioni (1912-2007)

30.7.07

Adiós a Bergman

Adiós, señor Bergman.
Por la muerte no se preocupe, que ya ha ganado usted la partida.
Ingmar Bergman (1918-2007)

29.7.07

Lost in Translation (soundtrack)


El intro es algo de lujo. Melodioso, embriagador, nos da la bienvenida a un ultramoderno Tokio, a bordo de un taxi. Después, en los pasillos del hotel o a través de las altas ventanas, vendrá un ambient-pop al mejor estilo de Air, bastante íntimo, como revelándonos la vida interior de los personajes. Un tanto bohemio, cadencioso, resuena el Jazz en el bar donde Bob y Charlotte se conocen.

Ya en plena ciudad, en medio de una agitada fiesta, bailan un poco de funk, de deep house, para terminar en un karaoke donde un loco japonés canta God Save the Queen, Bob entona la famosa tonada de Elvis Costello, Peace, Love and Understanding, Charlotte nos seduce al ritmo de Brass In Pocket de The Pretenders (I'm special...), y el viejo Murray nos deleita con su ebria voz haciendo un cover de Roxy Music, More than this. De vuelta a casa, de nuevo a bordo de un taxi, Charlotte mira por la ventana, sonríe a Bob dormido, y de fondo suena algo, no se qué es pero parece Smashing Pumpkins, una guitarra violenta y una voz muy dulce.

Vuelve la calma; esos beats, esas campanas de aire íntimo. Vuelve el dulcísimo lounge en las calles de la ciudad, en los trenes, en las ventanas de los edificios. Y Kevin Shields, preguntándonos si aún estamos despiertos, sonriendo en un gris amanecer, en bata y pantuflas, probando el Ikebana. La despedida es silenciosa, tranquila, nadie sospecharía que Sofía nos iría a decir adiós con Just Like Honey, de Jesus & Mary Chain, dibujando una sonrisa o un gesto de estupor en nuestras asombradas caras, que ven alejarse con tristeza las calles del ahora querido Tokio...

27.7.07

La asesina ilustrada



¿Puede un libro matar a sus lectores? ¿Podría suceder que una vez leído, al cerrarlo, cerrara las losas de la tumba en torno nuestro? Vila-Matas, inspirado en una idea de Unamuno, cree que sí, y al contarle su propósito a Marguerite Duras (su casera en París), ésta le dice sin reparos que nunca un libro ha hecho lo que hizo en sus tiempos la tumba de Tutankamón. El entonces joven escritor no se desanima, sino que se limita a situar el crimen en el espacio mismo de su literatura.

El libro cuenta la historia de un libro que lleva por título el mismo título del libro, un oscuro relato circula por las manos de varias personajes. Su autora es Elena Villena, una femme fatale, rodeada siempre de misterio. Es la esposa de Juan Herrera, escritor español de cierto prestigio, y hombre con cierta tendencia al delirio. Este a su vez, tiene correspondencia con Vidal Escabia, un escritor alicantino de segunda fila, que ni siquiera es autor de su propia obra. Por último, Ana Cañizal, joven prologuista de las memorias de Herrera e investigadora ocasional de los extraños sucesos que rodean su muerte. Hay que decir que el leitmotiv de toda la obra es el libro mismo, es éste el que desencadena las oscuras relaciones que se tejen entre los integrantes de un juego que conduce inevitablemente, a la muerte.

En París no se acaba nunca, Vila-Matas cuenta la génesis de la Asesina Ilustrada, a la par que recuerda su primera experiencia literaria y vital en París, cuando decidió abandonar su ciudad natal y con ella, las bienintencionadas expectativas de su padre que ya lo soñaba abogado. Bien, pues allí recuerda que estaba una vez en una fiesta que dieron sus amigos, el círculo de Duras, y se quedo como congelado y aturdido ante la mirada fría, profunda de una actriz de teatro. Y en el instante se dijo que esos ojos eran los ojos de su asesina, que su heroína tenía que provocar deseo y temor con la mirada, y en efecto así lo hizo.

(Es curiosa esa extraña fascinación que ejercen este tipo de mujeres de las que se dice que son la encarnación misma del mal, el arquetipo sensual y peligroso por antonomasia, que puede subyugar con su belleza todo lo que toca. Es curioso también que sea un lugar común el pelo negro, largo, liso, la palidez extrema, los labios rojos, la delgadez, la voz penetrante, en fin...)

Con todo, la obra es revolucionaria en su estructura, relativamente original en la trama, y no sólo eso, es también una fina burla a escritores mediocres, que cuando no son burdos copistas son catedrales del tedio. Es además, en palabras del propio autor, el momento en el que deja atrás sus andanzas juveniles, su cara poética, para iniciarse en historias de largo aliento, su verdadero destino. Cambia su desesperada vanidad por una elegante ironía, se dedica a escribir de una vez por todas. Años después nos dirá que para escribir hay que dejar de ser escritor, esto es, olvidarse de una vez por todas de la idea de escritor, y simplemente, escribir.

Muy agradecido señor Vila-Matas, con su consejo. Treinta años después de publicado, aún se siente la maligna influencia de su ya legendario libro asesino. Que por cierto ya terminé y no me atrevo a cerrarlo.

20.7.07

Una de esas escenas

Dejé el teléfono sobre la mesa. Quise buscar palabras mas comprendí al instante que era inútil tratar de explicarlo, de explicarnos. Un asunto que esquivaba los caminos de la lógica. A santo de qué ponernos cuadros y casillas. No iba a armar un final de novelón pero tampoco haría el hijo de puta. La miré a la cara. Hermosa, altiva, un soldadito de plomo. Tuve ganas de llorar, de reír. Todo el cansancio del mundo se acumuló en mi cuerpo. Un sol pálido nos bañaba las manos.

- Vas a abandonarme.
- Sí.
- Te vas de la ciudad.
- Un pueblo pequeño, cerca al mar.
- Ya, y el trabajo...
- Sí, todo está arreglado. Es una escuela pequeña, de curas, la paga es buena, casi dos mil. Tengo el piso listo. Adrien, ¿te acuerdas? Me quedo con ella mientras busco uno propio.
- Tu familia...
- Mi madre se queda por ahora, va a cuidar de Diego y de las plantas.
- ¿Y quién va a cuidar de ti?
- Puedo cuidarme sola.
- Estoy seguro. Eres fuerte. Fuerte y hermosa.

Por un momento sonrió y eso fue para mí el cielo. Durante ese ínfimo instante todo volvió a su lugar. Fuimos de nuevo el amor con libertades intactas, el cuidado de no enamorarnos. Fuimos el encuentro del placer y todas sus caras, la lógica saturada, el deseo nunca cumplido de instalarse en un presente perpetuo. Una sonrisa que era una triste complicidad, eso era lo que quedaba después de los años, un patético intento de recoger lo irreconocible, un último gesto del pez antes de ahogarse.

- Es inútil que...
- No, déjame hablar. Estoy seguro que tendrás una vida magnífica, estás hecha para el cambio. Serás la mujer estoica y sencilla, la dulce maestra. Todos te amarán, te pedirán consejo. Serás muy feliz y te sentirás muy sola. Leerás libros por montones, escribirás hermosas cartas. Alguna noche te sorprenderá el llanto y...
- Todo está listo. No hagas un drama, por favor.
- Por supuesto que no. Ya está todo dicho. Lo dejaste sobre la mesa. Hiciste bien, querida. Siempre dijimos que el adiós sería de frente y sin lágrimas. Así que puedo morirme aquí mientras te hablo pero no llorar, porque ambos supimos engañar al destino.
- Tu destino no es conmigo, entiende.
- Sí, sí que lo es. De lo contrario no me habrías dejado.
- No sabes por qué te dejo y eres lo bastante orgulloso para tragarte la pregunta.- Sé porqué me dejas.
- Muy bien, entonces puedo irme.
- Creo que sí.
- Adiós, Martín.
- ...

19.7.07

Mi lugar predilecto en Medellín.

De vuelta en la ciudad

Estuve en Medellín tres semanas. Le dí algunas vueltas a la vieja ciudad de las flores. Visité lugares, caras, cuerpos, me bañó la luz hasta limpiarme, la noche hasta podrirme, tuve miedo, alegría, plenitud, hastío. Pude notar una tendencia clarísima en mí: casi siempre ando conectado con los movimientos de mi espíritu (perdón por la palabra) y casi no pongo atención a lo que pasa afuera. Trato de estar al tanto del mundo objetivo, de saber lo que sucede en el globo, pero siempre vuelvo al diálogo con un cierto diablillo interno. De tanto echarle cabeza he llegado a una obvia conclusión: el mundo externo es solo reflejo del interno. Un perro que muere es una faceta de animalidad moribunda dentro de mi universo sexual. El río de la Avenida Oriental, que fluye en contra del Metro dirección Niquía fue lo que me dijo que era hora de volver a la ciudad. Una pareja preciosa, a las afueras de Otraparte, casa museo, búnker, escondite, cafetín, él músico atormentado, ella sexo y lucidez, me trajeron a un estadio de soledad infinita y acogedora. Isabel, musa y madre y guerrero maya, ahora se capacita para trabajar en nada menos que una librería. Heidi, niña triste y vieja rabiosa, se expone a la cruda luz de una oficina que abre de ocho a cinco, y extraña paradoja, se muere por el teatro.

Así va todo, las cosas pasan, las palabras son puestas a rodar y todo eso te dice algo de resonancias profundas. Tengo en el cuerpo una máquina de traducciones, un artilugio hermenéutico, erótico, visceral. Sensibilidad mas no sensiblería, pues siento los ojos duros, líneas que bajan y enmarcan la boca, pérdida del sentido humor, conciencia de la precariedad, deseos de remodelar alma y alcoba, de aprender portugués, esgrima, culinaria. Ganas de quemar el mundo entero con un poema, de cantarlo con tanta fuerza que vuele en pedazos. Escribir con tinta de mi sangre, reunirlo todo en un solo cuerpo, sacarlo con ganchos, ponerlo a secar, mostrarlo al mundo sin temor, sin ponerle un valor estético o económico. Escribir con claridad, dejar ya de gritar como un loco. Vivir tanto surrealismo que sienta la necesidad íntima de superarlo. Dirigir luz a todas las cosas, exponerlas a la claridad del medio día, despojarlas de atavíos, de máscaras, de teorías. Violentarlas si hace falta, regresarlas a su condición de eterna anormalidad, de eterna sencillez. Abrazar la muerte de una vez por todas como se abraza la vida, entender el oscilar que implica vivir como juego peligroso, de un lado agua cristalina, de otro diente de tigre. Pasar por toda la gama de colores, por todos los matices. Ya no más blanco y negro, ya no más vida y muerte. Ahora violeta, naranja, azul, ironía, ternura, cinismo. Ahora cosas nuevas, mundos nuevos... espero.