27.7.07

La asesina ilustrada



¿Puede un libro matar a sus lectores? ¿Podría suceder que una vez leído, al cerrarlo, cerrara las losas de la tumba en torno nuestro? Vila-Matas, inspirado en una idea de Unamuno, cree que sí, y al contarle su propósito a Marguerite Duras (su casera en París), ésta le dice sin reparos que nunca un libro ha hecho lo que hizo en sus tiempos la tumba de Tutankamón. El entonces joven escritor no se desanima, sino que se limita a situar el crimen en el espacio mismo de su literatura.

El libro cuenta la historia de un libro que lleva por título el mismo título del libro, un oscuro relato circula por las manos de varias personajes. Su autora es Elena Villena, una femme fatale, rodeada siempre de misterio. Es la esposa de Juan Herrera, escritor español de cierto prestigio, y hombre con cierta tendencia al delirio. Este a su vez, tiene correspondencia con Vidal Escabia, un escritor alicantino de segunda fila, que ni siquiera es autor de su propia obra. Por último, Ana Cañizal, joven prologuista de las memorias de Herrera e investigadora ocasional de los extraños sucesos que rodean su muerte. Hay que decir que el leitmotiv de toda la obra es el libro mismo, es éste el que desencadena las oscuras relaciones que se tejen entre los integrantes de un juego que conduce inevitablemente, a la muerte.

En París no se acaba nunca, Vila-Matas cuenta la génesis de la Asesina Ilustrada, a la par que recuerda su primera experiencia literaria y vital en París, cuando decidió abandonar su ciudad natal y con ella, las bienintencionadas expectativas de su padre que ya lo soñaba abogado. Bien, pues allí recuerda que estaba una vez en una fiesta que dieron sus amigos, el círculo de Duras, y se quedo como congelado y aturdido ante la mirada fría, profunda de una actriz de teatro. Y en el instante se dijo que esos ojos eran los ojos de su asesina, que su heroína tenía que provocar deseo y temor con la mirada, y en efecto así lo hizo.

(Es curiosa esa extraña fascinación que ejercen este tipo de mujeres de las que se dice que son la encarnación misma del mal, el arquetipo sensual y peligroso por antonomasia, que puede subyugar con su belleza todo lo que toca. Es curioso también que sea un lugar común el pelo negro, largo, liso, la palidez extrema, los labios rojos, la delgadez, la voz penetrante, en fin...)

Con todo, la obra es revolucionaria en su estructura, relativamente original en la trama, y no sólo eso, es también una fina burla a escritores mediocres, que cuando no son burdos copistas son catedrales del tedio. Es además, en palabras del propio autor, el momento en el que deja atrás sus andanzas juveniles, su cara poética, para iniciarse en historias de largo aliento, su verdadero destino. Cambia su desesperada vanidad por una elegante ironía, se dedica a escribir de una vez por todas. Años después nos dirá que para escribir hay que dejar de ser escritor, esto es, olvidarse de una vez por todas de la idea de escritor, y simplemente, escribir.

Muy agradecido señor Vila-Matas, con su consejo. Treinta años después de publicado, aún se siente la maligna influencia de su ya legendario libro asesino. Que por cierto ya terminé y no me atrevo a cerrarlo.

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