24.10.08

Andrés cambia de personalidad cada ocho segundos

Andrés cambia de personalidad cada ocho segundos, pasa de lo enérgico a lo abúlico en menos de lo que tardo en escribir esto. Es un loco completo, aunque en el sentido convencional. No es que tenga una idea fija, es que su mente bulle de ideas y la ebullición lo quema y lo desplaza, aunque quiera ponerse siempre el traje de la lógica. De todas formas, me agrada. De hecho me agrada bastante. No puedo hablar de él sin que Alejandro me mire de reojo, queriendo entender, fingiendo comprensión, pero yo sé que mi admiración y aun mi gusto por Andrés puede perturbarlo y de hecho lo perturba. Deber ser celo literario, solamente, no creo que sea homofobia. Alejandro es completamente heterosexual, me lo ha dicho su analista.

A Andrés lo conocí en un taller de escritura creativa en la biblioteca pública en la que ahora trabajo, aunque lo conocí antes de trabajar acá. Me lo presento Diana, una niña gorda, hippie y, cómo decirlo, torpe en todas sus maneras. Una niña que quería escribir a pesar de su oficio, sus capacidades y su disponibilidad para la apuesta. De entrada, un pedante. Habló toda la noche con Alejo de poesía francesa y de autores del siglo XIX. Y yo no dije nada, no sé por qué. Sabiendo que en el ultimo parcial de simbolismo saque cuatro cinco. Sabiendo que hace ocho días expuse a Rimbaud en el taller de mi clase. Creo que no dije nada por miedo o porque me gusta demasiado Andrés o porque las maneras graves de Alejandro me exasperan hasta querer matarlo. Y yo que les salí con literatura colombiana actual, desde el principio comenzamos mal. Ese día hablamos mucho, Andrés me comentó su deseo de entrar a la academia como una forma de imprimirle rigor al oficio y eso no me gustó porque en realidad uno no aprende a escribir en un salón, ni siquiera en los libros, ni siquiera en la vida se aprende a escribir. Uno tiene que estar dispuesto a decirlo todo y decirlo hasta morirse y punto. No hay más. La literatura no es importante. Solo la verdad es importante. La forma siempre será la forma. Ah, cómo me emputa que nadie pueda oírme cuando digo estas cosas.

Mis visitas a la biblioteca eran más bien frecuentes, iba tres o cuatro días a la semana, siempre en las tardes, cuando las clases habían terminado. Como se han podido dar cuenta, estudio literatura y estoy en primer semestre. Estudio en la Universidad Nacional de Colombia, un claustro estudiantil con larga trayectoria en el pensamiento libre, ahora convertido en el último reducto de esa forma de revolución que asume las formas de la papa explosiva y del megáfono, en una suerte de reivindicación pendeja y, por supuesto, necesaria para salir del programa que quiere convertir la educación en mercancía, etc. No se me entienda mal. Creo en la revolución. En lo que no creo es la arenga socialista de unos tipejos que no dan la cara siquiera. En el grito anti imperialista de juventudes bebedoras de porquerías en potreros asquerosos. En la estricta castidad del anarquismo light. En los colectivos culturales que reivindican lo reivindicado hace cien años. No creo en nada de eso. Creo en la soledad creadora, en una suerte de individualismo solidario. Creo en el ateísmo panteísta y en el posmodernismo ético. Creo en el libre cambio con inversión social. Soy un perfecto idiota que así se reconoce y se acepta. A ratos, incluso, soy feliz.

Ah, esta historia no se deja contar. Les digo que al salir de clases me iba a biblioteca a leer y a hablar mierda con la gente en la cafetería. Leía los libros que me ponían a leer en la universidad y decía las cosas que la gente quería escuchar en la cafetería. A veces decía cosas que no querían escuchar y entonces querían escuchar más de eso. A veces no leía los textos que eran tarea y más bien leía las letras colombianas de estos tiempos. Me gustan mucho las novelas de autores colombianos, sobre todo las de Abad Faciolince. Me recuerda mucho mi infancia y mi adolescencia. ¿Les dije? Tengo 20 años, los suficientes para saber que edad no significa experiencia. Los tipos y las mujeres con las que hablaba también tenían veinte años o un poco menos. Y a veces hablaban con señores canosos, desempleados, de una limpieza sucia, no sé cómo decirlo, atrevidos con las mujeres y atascados en medio de lo señorial y lo moderno. La senectud más vanguardista, me dijo una vez Andrés cuando todavía hablábamos.

La biblioteca no es grande ni pequeña, tiene amplios ventanales y jardines pulidos, un lago sucio y tranquilo y unas terrazas de piedra soleadas. El taller literario lo fundó un tipo de la Javeriana, un tipo culto, presumido y estúpido, que elegía buenos textos y se apoyaba en diapositivas que proyectaban obras de arte. Leíamos en voz alta algún texto, después el hacía el comentario pertinente, después alguien hablaba y acto seguido era ejecutado por el expositor. Era una buena clase. Leímos, a ver, cuentos de Kafka y de Chejov, los favoritos del profesor. No los míos, yo prefiero a Borges y a Poe. No sé ustedes, yo prefiero la exposición realista de Borges a las especulaciones metafísicas de Chejov. Son dos cosas irreconciliables. Prefiero a la gente como en realidad es. Por eso es que leo, para conocer a la gente como en realidad es. Por eso estudio literatura, para entender cómo es el hombre cuando canta la tristeza de no saber, de no conocer, de no hallar sentido. Es lo único que me interesa y era lo único que me interesaba entonces. Pero conocí a Andrés y él lo cambió todo.

La noche en que bebimos café y todos hablaron triste y apasionadamente de literatura francesa, Andrés me dio su teléfono y me dijo que teníamos que hacer un grupo paralelo al del profesor javeriano. Habló de redactar un manifiesto, de forjar una revista y de ponerle nombre al grupo. A eso de las diez de la noche, encerrado en mi habitación, di a luz un cuento titulado ¨Para entrar en el jardín¨ que imaginé proemio de la aventura literaria. A las nueve del otro día, Andrés me sacó de clase con una llamada, para comentarme que el grupo se llamaría ¨Resig-nation¨ y que ya había redactado el ¨Primer Manifiesto Resignista¨ destinado a no cambiar nada y a dejar las cosas tal y como estaban. Colgué el teléfono perplejo. A las ocho de la noche nos reunimos en una café: Andrés, Alejandro, Diana, un amigo de Andrés llamado Julián, y un servidor. Andrés pidió cerveza para todos, aclaró la voz y dio lectura al más brillante engendro literario desde el Primer Manifiesto Surrealista.

El texto finalizaba: ¨Habiendo encontrado el supremo destino que nos ahoga con la pasmosa velocidad de sus flácidos neones, solo nos queda proclamar con la mayor fuerza de la que somos capaces, la quietud más absoluta, la inmovilidad, el silencio y el azul infinito, siendo la última y única solución que cabe en el espíritu humano para frenar la barbarie¨.

No supimos que decir. La explosión del cristal en el muro de piedra nos sacó del ensueño, Alejandro había tirado su copa. ¨Beckett tenía razón¨ fue lo último que se dijo esa noche.

Grandes lienzos adornaron mis paredes por siete meses, la duración del sueño resignista. Casi todos dejamos de dormir para aplicarnos a la ardua labor de sacar la revista a la luz pública. Diana escribió pésimos poemas, Alejandro escribió extensas elegías autobiográficas y Andrés escribía instrucciones y manuales de uso, que defendían el silencio y la quietud con el más brutal de los estilos. El movimiento y la fluidez eran la constante en sus letras, aunque el contenido fuera lo contrario. No supe si era deliberado, pero ese contraste tan certero parecía la más dura de las críticas al estado actual de la literatura: un periodismo ávido de violencia con maneras quietas, torpes y soñadoras. En sus escritos, Andrés parecía ser una mujer desengañada, harta del mundo y en busca del eje, del lugar en donde echar raíces.

Andrés era la literatura misma.

(al parecer, continuará...)

28.8.08

A los cobardes...

Hubo una época en la que me pareció muy cool trabajar en un bar, por la gente, por la música, por el free vodka, por la plata. Le acepté a una amiga el trabajo, de 5 a 1 am, era un sitio suave de luces naranjas, pop art y música electrónica. Pagaba a 20 el día de semana y 25 viernes y sábados. Siendo estudiante primerizo, atolondrado y ávido de mundo, no parecía nada mal. Aparte de servir cocteles y extraños cafés tocaba limpiar, fregar, lavar los platos y esperar el cierre. Aunque nunca me acostumbré a lo que alguien llamaba lounge, hard house, chill out y otras cosas por el estilo, así como nunca me acostumbré a los afters de remate en casa de un antropólogo marica o en los grills de salsa dura del centro, conocí una gente muy del putas. Uno de ellos, del único que voy a hablar, es Valentín.

Arquitecto, literato, editor de libros para niños, proyecto de marido. Mientras secaba vasos y tomaba pedidos, él me contaba cómo iba la tesis de grado, se llamaba algo así como “los conceptos de valentía y cobardía en la obra de Roberto Bolaño” y de verdad podía durar horas hablando de sus hallazgos. Sin ser muy entendido en la obra del chileno, yo le daba impresiones como un croupier, sirviendo el juego lentamente, y él sonreía como sólo saben hacerlo esos lectores que encarnan a sus poetas, que son verdugos de sí mismos, y seguía gruñendo su discurso rabioso y hermético.

En la feria del libro de ese año nos encontramos a la entrada de una conferencia, él iba de saco de pana como profesor de historia, y yo llevaba una chica. Casi no hablamos, pronto entendimos que nuestro lugar era el bar electro y que nuestro único tema era la obra de Bolaño. Antes de irme me regaló dos cosas, un abrazo y “los detectives salvajes”. El libro lo perdí en un viaje pero el abrazo lo conservo y lo releo cada vez que puedo. La tesis, en cambio, no he podido encontrarla.

Ya en otro trabajo, sin música, con otra gente y con más plata, reuní lo suficiente para comprar una serie de libros, entre ellos el mismo que me había dado Valentín. Con su lectura gané más cosas de las que perdí, aunque dolió haberlo leído, significó de una forma oscura e incomprensible el fin de una etapa de incertidumbre y el comienzo del plan. Del plan hablaré en otro momento. De lo que quería hablar aquí era de la cobardía y la valentía, en la obra de Bolaño, en mi vida, brevemente porque no recuerdo bien o porque no será este el lugar, nunca será este el lugar para hacerlo.

Me enteré que Bolaño andaba obsesionado con la valentía y la cobardía. En su reconocimiento excesivo a la valentía de Mario Santiago creí ver un reconocimiento de su propia cobardía. Alguna vez le preguntan si para ser poeta hay que ser valiente y él dice que no, que han existido grandes poetas cobardes, que para ser poeta hace falta verse en un espejo negro y saberse valiente o cobarde, y aceptarse. A sus ojos, Rimbaud, Lautreamont, son valientes. Se atrevieron a mirar en lo oscuro, trazaron un camino (un plan) y no cejaron hasta llegar a puerto, ardieron, conocieron el éxtasis. Ulises Lima es otro valiente a sus ojos, es el sueño del autor suelto por el mundo, una fuerza de la naturaleza, una fuerza frenética, triste, eternamente adolescente. Belano en cambio es soñador moderado, poeta cobarde, héroe romántico, y aún así se hace guerrillero en el África. En muchos de sus cuentos he encontrado una tensión latente entre el poeta y el funcionario, el viajero incansable y el hombre que echa raíces, el que hace lo quiere y el que hace lo que los demás esperan de él. Si es cierto lo que dicen, si es cierto que Belano es alter ego de Bolaño entonces la sospecha es fundada. Nunca sabremos si Roberto era cobarde, igual cobarde frente a quién, pero sabemos que en su juicio interior él se consideraba tal.



No recuerdo la fecha ni el año, recuerdo el barrio, la noche y las caras. Iba con tres o cuatro amigos, errando por las canchas del conjunto de mi juventud, más que borrachos, pateando piedras como en la canción, olvidados del futuro, irresponsables y fuertes, hermosos y sucios, decidimos ese día hacer frente a los bravucones de la zona y nos sentamos en las escaleras de hierba que coronaban la plaza central. Yo le pedí un trago a uno para mostrar confianza. Me lo dio. Volví donde estaban los míos. Hablamos duro, nos reímos, jugamos a pelear para mostrar fiereza. Entonces vino hasta mí el gordo que me había dado el trago y me pidió plata. Me negué sin retroceder. Lo miré de frente. El hombre me encajó los nudillos debajo del ojo izquierdo y caí al piso. Con rabia me levanté y supe lejos los supuestos amigos. Mandé un puño sin fuerza a la cara del tipo, él lo espantó como una mosca y me empujó al suelo. Recibí patadas en todas partes, en la cara y en las piernas, yo me defendía y él golpeaba, hasta que dejé de defenderme y él seguía golpeando, y al fin dejó de pegar y yo ya no podía moverme. Pero podía ver, y vi sombras acercándose y me dije corre o vas a morir y eso hice, correr, correr hasta que no me dieron más las piernas, correr hasta escapar a la muerte. Me siguieron las sombras y no les di la cara, huí, corrí, me escapé y supe que era mi primera cobardía.

Ahora que el barrio se ha borrado, ahora que los tipejos cobardes están en oficinas o en el paro y que las sombras acechantes están en el mismo infierno, ahora punks de esquina, sé que fui cobarde, sí, pero no más que los otros, sé que quise protegerme y escapar a la muerte. Eso fue supervivencia, conservación, me dije, y de ahí en adelante procuré la valentía en formas más modestas: no dejé escapar las mujeres que amé, me enfrenté a mis padres y quise escribir para ganarme la vida.

Sé también que ahora, instalado como estoy en una forma de lucha bastante cómoda, si hubiera que salir a la calle a luchar con las sombras, si hubiera que hacer la revolución a punta de piedra, me pararía al frente de la muerte, la miraría a la cara y la escupiría bellamente y sonreiría como hacen los hombres que encarnan sus poetas y son verdugos de sí mismos.

5.7.08

confesiones descaradas

Que afán tan idiota de terminar capítulos, de cerrar puertas tras de si. Que dolor de estomago y de piernas, no pregunten. Que desgano, que estupidez. Si al menos la literatura no fuera periodismo. Si saliera algo valioso de la imprenta, si no se inoculara la mentira por el culo editorial. Que puta falta de compromiso, que vida fácil, que enfermedad. Si estuvieran los grandes para ver esto. Que ausencia de grito, que conformismo, que patriotismo idiota. Si se pudiera decir algo de la liberación, si no fuera todo bangbang espectáculo y maquinaciones. Si la vida estuviera viva y escuchara las loas absurdas. Si la libertad no estuviera tan cansada como nosotros. Si de verdad se quisiera construir, si no fingiéramos la posguerra. Que oposición cansada, que escepticismo, que aburrimiento. Que tedio. Que tedio. Que desiertos de música y de obscenidad. Si el sarro y la vejez nos dieran tregua. Si la melancolía fuera paga, por dios, si esto valiera de algo. Si esto valiera de algo, uno escribiría. Uno escribiría. Sin pensar en el trabajo por hacer o en el tazón vacio. Sin hacer fuerza por concluir etapas, sin poner listones, sin ignorar la historia. No estoy loco, es solo hoy, es solo hoy, es solo hoy que hay que dormir un poco.

18.6.08

Ídem

Como H., yo también me quedé parado esperando que doliera, esperando el latigazo en la espalda, las prensas calientes que abrieran la carne. Nada, no sentí nada. Como ella, no vi signos de amor, ni deseos de búsqueda o reclamo, ni impulsos psicóticos, solo un hilo frío que mojaba las vertebras. Y la calma, la calma.

16.6.08

Plea From A Cat Named Virtute

(The Weakerthans)

Why don't you ever want to play?
I'm tired of this piece of string.
You sleep as much as I do now,
and you don't eat much of anything.
I don't know who you're talking to,
I made a search through every room,
but all I found was dust that moved
in shadows of the afternoon.

And listen, about those bitter songs you sing...
They're not helping anything.
They won't make you strong.

So, we should open up the house.
Invite the tabby two doors down.
You could ask your sister if
she doesn't bring her Basset Hound.
Ask the things you shouldn't miss:
tape-hiss and the Modern Man,
The Cold War and Card Catalogues,
to come and join us if they can,
for girly drinks and parlor games.

We'll pass around the easy lie
of absolutely no regrets,
and later maybe you could try
to let your losses dangle off
the sharp edge of a century,
and talk about the weather,
or how the weather used to be.

And I'll cater with all the birds that I can kill.
Let their tiny feathers fill disappointment.
Lie down, lick the sorrow from your skin.
Scratch the terror and begin to believe you're strong.

All you ever want to do is drink and watch TV,
and frankly that thing doesn't really interest me.
I swear I'm going to bite you hard and taste your tiny blood
if you don't stop the self-defeating lies you've been repeating
since the day you brought me home.

I know you're strong.

9.6.08

Una soledad demasiado ruidosa


Este libro de Bohumil Hrabal es, hasta ahora, el hallazgo del año. Lo encuentro aún más fascinante que Retrato del artista adolescente de James Joyce o 62/Modelo para Armar de Julio Cortázar. Por supuesto, salvadas las insalvables distancias. Cuenta la historia de un hombre entrados en años, a solas con sus pensamientos, sepultado en el sótano de una fabrica destructora de papel, en un callejón oscuro de Praga. El hombre se llama Hant’a y su trabajo es destruir libros y papeles viejos en una prensa mecánica, hacer con ellos enormes balas de papel comprimido, forradas en alambre para ser transportadas en vagones europeos con destino a otras fábricas, encargadas de convertir el material el papel nuevo. Hant’a dice que es culto “a pesar de sí mismo”, pues en cada pila de monstruoso papel encuentra siempre un libro que no merece la destrucción ni el olvido. Entonces lo lleva a su casa, lo lee con calma y delicia, y lo deja en estantes o en el suelo o en alguna parte en donde pueda encontrar espacio, pues a fuerza de amor por los libros, vive debajo de ellos, con dos toneladas de papel sobre su cabeza. El trabajo es a veces tedioso, el sótano es oscuro y hay ratas y moscas por todas partes, su jefe lo acosa con furia y nunca ve su trabajo terminado. Para refrescar su trabajo y su lectura, bebe litros enteros de cerveza al día, en el sótano o en alguna cervecería. No habla con nadie. O sí, habla con algunos: una mujer extraña llamada Maruja que parece tener pésima suerte, un profesor de filosofía que le da al viejo Hant’a una doble entidad, un par de gitanas del pueblo que van al sótano a ofrecerle su cuerpo a cambio de comida, un sacerdote desencantado cuya afición vital es la navegación aérea. Pero Hant’a está solo. Todos lo están en esta historia.

Prescindiendo del análisis literario propiamente dicho, voy a señalar algunos puntos clave en la novela. Primero, la reiteración de lugares, situaciones y descripciones, que se entrelazan en todos los capítulos para crear una obra intensa y compacta. Segundo, la fuerza de ciertas imágenes que, a fuerza de contraste, se imprimen en la memoria como un tatuaje. Y por último, el manejo (deliberado, creo) de símbolos o metáforas, que permite asociar lo narrado con otra narración que se va tejiendo mentalmente. Es este punto el que me mueve, el que me interesa, porque cuando Hrabal habla de trabajar en un sótano pienso el trabajo de escritor como el de un topo subterráneo, como dice Vila-Matas, y si además habla de trabajar en un sótano destruyendo papel pienso a la vez en el acto de destruir la propia obra como en el acto de discriminar ciertos textos a la hora de la lectura. Y si eso no fuera suficiente, habla de tomar cerveza para descansar del trabajo, sobre lo cual no hay que decir mayor cosa, pues todos conocemos la inclinación tan literaria a crearse un doble que no es un topo sino un hombre integro que puede pensar, decir y hacer lo que le plazca. Para mí, la obra completa es una alusión fortísima al proceso de la creación literaria, gestado desde siempre y hasta el final de los tiempos en una soledad demasiado ruidosa.

Sí, es claro que el oficio se sigue gestando en un “propio y húmedo infierno” y que la posibilidad de conjugar la vida y la escritura está reservada a unos pocos talentos. Valga al respecto la frase lapidaria de Roberto Bolaño:

“La idea central es que hay güeyes que escriben sobre la vida y güeyes que la viven. La idea central es que no se puede hacer las dos cosas al mismo tiempo sin terminar convertido en un pobre pendejo a medio camino entre ser y no ser, entre estar y no estar. La idea central es que o eres o te haces, no hay un punto intermedio.”

Coda: Al leer a Hrabal, dan ganas de visitar ciudades de nombres increíbles como Gdansk, Szczecin o Bubny.

31.5.08

Un futbolista

"No somos más que idiotas, idiotas útiles o estrellas".

24.5.08

Marulanda muerto. Ni lágrimas ni sonrisas.

Puede que Marulanda esté bien muerto esta vez, puede que la noticia no sea solo parte de la campaña. En todo caso, la noticia me deja tranquilo. Que se haya muerto o no ese señor no me alegra ni me entristece. Es más, me emputaría que alguien pudiera alegrarse o enojarse con una noticia así. De los que están celebrando frente al televisor diciendo “qué bien que muera esa mugre” o la versión moderada “era un enemigo de la paz en Colombia”, para ya no hablar de los que de plano repiten la línea del Ministro de Defensa, temo, aunque no temo demasiado, una furiosa arenga uribista que puede propiciar un Tercer Reich. Y de los que lloran la muerte de Pedro Antonio Marín, previo descarte de conspiración mediática, no espero absolutamente nada, salvo comunicados marginales que sostengan que las Farc aun se mantienen.

Aclaro lo siguiente. No es indiferencia política ni mucho menos. Para mí, murió un tipo bien guerrero que, aunque no muy inteligente, supo convencer a un montón de campesinos furiosos, tan solo con un fajito de billetes y con un manual de combate vencido por el moho. Era muy vivo para moverse en la selva y dicen que tenía una puntería ni la verraca. Muy bueno también para sacar y traer cosas en aviones. Y para las manualidades: podía hacer una cárcel con un bulto de alambre de púas y media docena de estacas. Algunos decían que era tacaño. Yo creo que lo más jodido del hombre, aparte de su escaso sentido estético, era su terquedad. Siempre le dio por negociar con conservadores, o sea con la gente que le gustan las cosas como están. Eso nunca lo entendí de Marulanda. Así como tampoco entendí su teoría de un universo en forma de selva tropical.

Pero repito, no me alegra ni me enoja que muriera. Digamos para terminar, a tono con la academia, que murió un “actor armado” que tarde o temprano se iba a desactivar, y que ahora lo importante es mirar adelante (siempre adelante), y generar las condiciones para un acuerdo de paz verdadero y para una reconstrucción de una nación democrática, y un largo etcétera. Con lo cual, por supuesto, estoy de acuerdo, pese a la ironía de este post.

22.5.08

Salieri


Salieri, el nuevo miembro felino de la familia, tiene ya como tres meses. Duerme mientras salimos y cuando volvemos no nos deja dormir. Ya empieza a dejar pelos en la alfombra. Riega la comida del tazon, mete los pies en la vasija del agua. Se come los cables, las hojas y mordio las patas de mis gafas. Es amarillo y peludo. El nombre viene del tipo del que se dice que mato a Mozart.

26.4.08

las teorías...

Hace unos días compramos en el centro una mesa bajita de madera oscura, pequeña y maciza, apenas para poner cojines en el piso y comer con toda tranquilidad. Para que se hagan una idea del objeto, la señora que nos la vendió insistía en estar vendiendo una silla y no una mesa. Por supuesto, toda réplica fue inútil . En fin, que la llevamos al apartamento, la instalamos en la salita -una sala muy zen, dijo la hermana de K.- y la hicimos depositaria de diversas funciones: comedor, escritorio, estante para velas y, lo más importante, apoyo para el portátil a la hora de ver películas. Le hemos cogido cariño pero no como se quiere un tapete o un candelabro, es distinto. Esa indefinición, ese constante huir a los sustantivos, es lo más fascinante en ella. La queremos como algo que sirve para lo que uno quiera que sirva y si uno quiere que no sirva para nada, la mesa es también perfectamente inservible. Seguro si la viera un diseñador de la nacho o de la tadeo se largaría a hablar de minimalismo y funcionalidad y todo eso. Ya se sabe, las teorías son incapaces de aceptar lo sencillo y lo sublime.

24.4.08

bolaño salvaje

En el auditorio León de Greiif de la Universidad Nacional, en el marco del festival literario denominado Bogotá 39, cometí la estupidez de decirle a Alvaro Enrigue que después de Los Detectives Salvajes y 2666 no había nada que escribir, que ya todo estaba dicho. El mexicano no hizo nada, lo que fue peor. Respiró hondo y me dijo que todo lo contrario, que Bolaño había barrido la casa para que pudiéramos jugar en ella, que él había clausurado la discusión tan latinoamericana del escritor como figura pública, héroe romántico y vidente supremo. Por si eso fuera poco, Iván Thays, el peruano que toma fotos, me dijo que es posible que con mi pregunta estuviera aludiendo a Bolaño como fenómeno comercial y no como escritor, es decir, me recomendó que lo leyera antes de hablar. Mejor dicho, me jodieron. Aprendí que hablar de literatura no es como sacar a pasear el perro.

Por lo anterior, no tengo ganas de hablar de Bolaño Salvaje aunque me alegra la noticia.

23.4.08

leer a puig

Soñé que leía "El beso de la mujer araña" de Manuel Puig.

Soné que en la historia del libro un hombre compraba algo que no quería comprar, algo que él sabía podría haber conseguido gratis, una roca o una fruta, y que se paraba en una esquina de la ciudad, de cualquier ciudad, y contaba diez autobuses para estrellar en el décimo lo que tenía en las manos, sabiendo de antemano que fracasaría, que la operación era imposible, que siempre habría algo de caprichoso y arbitrario en el conteo de autobuses, así que no se sorprendió demasiado cuando, al llegar el décimo autobus, alquién quitó de sus manos la roca o la fruta que también era una moneda, una mujer mayor que bajaba por la avenida y se perdía entre la gente.

Soñé que en alguna parte del libro había una carta y en ella la palabra "suerte".

Soñé que despertaba del sueño en una biblioteca, que preguntaba a la encargada qué quería decir Puig con esa historia y qué seguía después, a lo que recibí una sonrisa sin sorpresa y con mucho de ironía, y me dijo que sólo había una niña que leía Puig en toda la biblioteca, me dijo su nombre pero no lo recuerdo, es autista como tú, me dijo, y yo le seguí el juego, riéndonos un buen rato, hasta que bajó por una rampa de piedra la niña que esperaba, joven, de pelo negro y largo, montando un monociclo como esos payasos de circo, bajó rumbo a la salida, así que la llamé y le pregunté por el libro de Puig, por el resto de la historia, y no dijo nada, solo sonreía como sonríe una mujer cuando no escucha las palabras que uno dice por mirarlo a la cara, así que la dejé partir, dejé que todo se disolviera en el negro de la noche.

Desperté con ganas de escribir y de leer a Puig.

4.3.08

Alivio de Luto

Pie de Guerra

Están en guerra el hombre y la mujer,
el tonto, el listo, el gordo y el flaco,
el negro, el blanco, el debe y el haber,
Mesalina y el tío del saco.

Están en guerra el mambo y el hip-hop,
el ying, el yang, el pibe y el viejo,
Jeckyll y Hide, monsieur de Sade,
Masoch, Pilatos, la razón y el pellejo.

Ven a la guerra, túmbate de una vez
en mitad de la vía.

Mientras la tierra gire y nade un pez
hay vida todavía.

En guerra están la baba y el carmín,
el duermevela y la pesadilla,
el chevalier y el puercoespin,
la extremaunción y las espinillas.

Están en guerra el cojo y el ciempiés,
los ascensores y el purgatorio,
mañana es vispera del día después
pasado flores en velorio.

Desde la Conchinchina hasta el Magreb
en Rolls Royce o en camello.
En cada esquina tehacen páginas web
o te sellan un sello.

Están en guerra el fresco y la calor,
la calma chicha y la marejada
el ten con ten, la dicha, el resquemor
el almacén del todo y la nada

En pie e guerra el mártir y el desertor,
el tibio y el kamikaze,
puestos a desangrarnos tú contra yo,
¿por qué no hacemos las paces?

Están en guerra la sota y el as,
el espejo y el disimulo,
el hospiciano, el niño de papá,
el Einstein y el tonto del culo.

Yahvé, Mefisto, Buda, Cristo, Alá,
las solteronas y los maridos,
Bin Laden, Che Guevara, Supermán,
lo que iba a ser, la mierda que ha sido...


Joaquín Sabina, 2005.

1.3.08

postales

Siempre que me encuentro en una situación extraordinaria y/o absurda, es decir, siempre que atrapo un momento en plena oscilación entre la belleza y la falta de sentido, pienso en mí y a la vez pienso en otros, me despersonalizo, o dicho de otra forma, me veo desde afuera, como si llevara una cámara de video a dos metros de mi cabeza o hiciera parte de un reality show universal. Interpretaciones místicas aparte, me pregunto en ese instante qué estarán haciendo otros que conozco o creo conocer, trato de jugar a la alteridad, me meto en otra piel y empujo hacia afuera, proyecto imágenes, las agito, las arrojo al viento desde el quinto piso. A veces incluso lo dibujo todo y lo pego en una tabla con alfileres. En este momento no pasa. Si así fuera no tendría que escribir sobre ese proceso a la vez arduo y trivial de dejarme arrastrar por la especulación y la nostalgia. Trataré de jugar entonces de forma consciente, tratando de no sacrificar la lúdica en aras de la perra literatura.


En una de las innumerables plazas de la ciudad de Bogotá, el chico del sombrero anota en una libreta infantil versos sobre palomas y transeúntes, lo mira todo con histérica tristeza, y se pregunta cuándo llegará el momento en que la ciudad se rendirá a sus pies, avergonzada de haber mostrado todos sus pliegues sin poder seducirlo.

La boca irónica y dulce de la condesa mancillada escupe palabras provocadoras y vulgares en algún cinema de centro comercial o en algún bar de música fogatera y luces tenues, pero no por mucho tiempo, siempre que su código de conducta le impone una discreción que no supere las dos copas y una fuga que respete los horarios nocturnos del transporte urbano.

Mi amigo el templario hace el amor o saca a pasear su perro por las calles de Palermo, lo que en su universo particular, constituye un fenómeno análogo. Su novela saldrá pronto.

La cocinera experta duerme en su cama el sueño perdido de la noche anterior, piensa en él, en su sombra que oscurece las paredes del dormitorio, en el juramento roto de no quemar su templo de ropa sucia y algodones manchados, queriendo deshacer todo el recuerdo de un soplido, llorando lágrimas negras sobre un libro de Sófocles, pensando a la vez en el otro, tan manso, tan despreciable, con toda la juventud en la cara y los bolsillos rotos, mientras Bach lo vuela todo con violentos decibeles.

La chica lacrimosa se reconcilia con sus decisiones, escucha a su padre hablar desde la cocina, pule con un cepillo los cojines de la sala, feliz de poder fumar de nuevo en casa, queriendo zafarse del pasado, relegando al olvido las promesas que ofrecía el arte encarnado que alguna vez fué su novio actor y ahora solo existe como ceniza, ya sin ganas de romper los discos de música protesta, dejándolos al polvo y al tiempo, comprando ropa bonita y viviendo, como solo ella sabe hacerlo, todo el esplendor del siglo XIX.

El viejo gringo le aplica a todo su mirada mesiánica. Ahora que ha abandonado su trabajo de curador de galería para explorar el corazón de las carreteras, ahora que ha cruzado límites y visto desaparecer montañas bajo luces de otros cielos, ahora que escribe con el corazón en un puño y palabras verdaderas, ahora que su juventud pende de un hilo, puede por fin volver a su ciudad, a su libro gastado de Kerouac, a sus enemigos gratuitos, a sus fiestas prescindibles.

Finalmente ella, su silueta que de alguna forma es todas las siluetas, se pasea por las calles de alguna ciudad europea o asiática, se detiene en una esquina y comprende de golpe lo que cualquier persona en cualquier esquina de cualquier ciudad comprendería: avenidas, caras, estatuas y portales son siempre las mismas, tienen siempre el mismo sabor a espejo relamido.

29.2.08

Playmate



Aquí esta K. haciendo sus pinitos en el difícil terreno del erotismo mediático.
A continuación reproduzco la entrevista:

Playboy: ¿Desde qué edad eres modelo?
K.: Nunca he sido modelo. Solo de amigos o familiares. Nunca de verdad.
Playboy: ¿Cómo una mujer sin formación profesional en modelaje aparece en nuestra portada, llegando a ser playmate del año?
K.: Quería verme en una portada pensando en un buen regalo para J. Me salió barato y efectivo.
Playboy: Estamos pensando en pagarte una gran suma llena de ceros por un desnudo entero, ¿qué dices?
K.: ¿Me puedo pensionar con eso?
Playboy: Modestamente, sí.
K.: Queda aprobado.
Playboy: ¿Crees que J. se molestaría?
K.: No. El pasea por la casa desnudo todo el tiempo.
Playboy: Gracias. Hay cosas que no queremos saber... entonces, ¿para cuando las fotos?
K.: Ahora mismo.
Playboy: Luces...

absinthe

What difference is there between a glass of absinthe and a sunset?

23.2.08

Asuntos de Oficina

Hoy es sábado y tuve que trabajar, como algunos desafortunados. Trabajar no, tuve que venir a la oficina a escanear unas vainas que necesito para el lunes. Pero ya estoy mamado. Como no hay nada más que hacer salvo pizza, cigarrillo y Thelonius Monk, tengo ganas de resumir cómo llegué a este balcón de un quinto piso en la 127 con autopista.

Empezó todo con una llamada un lunes en la mañana, un día de casa sola y lectura de blogs en pijama. M., un tipo con el que estudié en la universidad (libros, bebetas y todo eso), en su calidad de director de oficina de egresados me llama y me pide afeitarme y sacar corbata del cajón destino entrevista con jefe cooperativa de salud, etcétera, y yo le hago caso, pues ando en la mala y no tengo para el bus, así que toca, y mi abuelita orgullosa me da galletas en papel aluminio y casi me echa la bendición, entonces salgo en busca del bendito puesto. Allí, hecho un manojo de nervios como indica la inexperiencia y atiza la necesidad, espero en una salita mínima que alguien diga mi nombre, cuando aparecen por la misma puerta por la que yo entré el man más creído y fatuo e hipócrita de mi antiguo salón de clase, de la mano de la más solapada y floja y puta del mismo curso, buscando por supuesto ganarme el puesto en esa especie de rat race de cojines mullidos, lámparas blancas y esperas interminables.

Mi defensa fue el silencio. Pasamos uno por uno, el man este y yo demoramos a lo sumo 20 minutos y ella 40, y así supimos que paila, nada que hacer, la falda y la risa y lo que sea le habían ganado a todo lo nuestro. En fin, dí por perdido el puesto y me fuí a mi casa a seguir devorando las pastas de mi abuelita, a seguir frecuentando biblios y museos y calles del centro, leyendo a Bolaño en los parques, y así, entonces me llamó la misma vieja que me hizo la primera entrevista (lo olvidaba, fueron 2, la primera "psicotécnica, léase se considera usted un líder, la vieja atónita cuando le digo no, me considero el mejor amigo del líder), y me dice listo, es tuyo, mañana empiezas, bien puntual, no olvides la presentación, etcétera.

Al otro día instrucciones de trabajo, el tipo que tenía mi cargo era como uff ya me zafé de este rollo y aquí te lo dejo, nada de entrega de puesto o inducciones, de una, sin preparación previa, solo una especie de charla en sala de gerencia en donde sí señor, espero cumplir sus expectativas y llevar la empresa por buen camino, después dibujos en un tablero, situación actual de la cooperativa, adelante joven, los resultados tienen que verse, y cuánto voy a ganar, empecemos con tanto, creo que es lo justo, y está bien, ya verá que nos irá muy bien.

El cargo oficial era asistente jurídico. Leía contratos, llamaba a todo el mundo para legalizar, sacar pólizas, hacer listas de asociados, presentar informes, cobrar cartera, pues todo, todo lo que el trabajo de oficina implica. En realidad no aprendí cosa alguna, salvo quizá un conocimiento digamos empírico de esa especie acechante y creciente conocida como "joven ejecutivo", una gente que se habla de su labor con un aire de importancia, que modula la voz según el interlocutor, que ven la vida como una pirámide hecha de cabezas y que abusan del blanqueador de ropa y de los portacomidas de plástico. Esa gente.

Aquí entramos a lo que nos gusta, el chisme agazapado. Parece que el man de tesorería, uno simpático y muy gamín, le hizo la vuelta a la niña de la limpieza. La abogada, que meses atrás se acostaba con el gerente, empezó a salir con el director financiero. El gerente le echó el perro a la niña aspirante a asistente durante los 15 días que la llevó a trabajar a Villavicencio. Una noche llegó borracho con chocolates y despidió a la vieja sin pagarle un solo día cuando ella no quiso dárselo. Ahora el ofendido novio quiere demandar la cooperativa, adivinen quién recibiría la demanda. En una salida de la oficina entera a un "bailadero" se pasaron de tragos y ahí fueron todos contra todos. Y no me salvé, porque incluso fuí con la niña de telefonía a una fiesta de disfraces bastante mediocre. Qué gente tan jodida.

Duré tres meses, no me aguante más ni la abogada ni el gerente. Dejé de trabajar un tiempo, pasaron cosas importantes que no son objeto de esta entrada, y hace quince días que trabajo de nuevo, con la misma gente como es previsible, pero ahora en la Clínica San Pedro Claver. En la clínica, fortalecido por el tiempo, el amor y el fracaso, parando oreja en corredores y salones, me he enterado de otro tipo de chascarrillos que tienen que ver más con la economía que con el sexo.

Dentro del plan privatizador que idearon algunos genios del gobierno, la Clínica San Pedro Claver, casi un baluarte nacional, va a ser comprada al parecer por Compensar. Igual sucederá con la Carlos Lleras Restrepo, la Misael Pastrana y la Clínica del Niño, es decir, todos los centros médicos de la ESE Luis Carlos Galán de Bogotá. Así pasó con la José Prudencio Padilla de la Costa Atlántica, la Rafael Uribe Uribe en Antioquia, Córdoba y Chocó, la Policarpa Salavarrieta en Cundinamarca, Boyacá, Tolima, Huila, Meta y Caquetá, y hace nada, el 15 de este mes, el gobierno anunció que se venderá la ESE Rita Arango también. Todo esto es despreciable siempre que la salud es un bien público y vital, pero es desoladoramente entendible puesto que el botín que deja el desportillado Seguro Social asciende a 10,8 billones de pesos. ¿Usuarios del ISS? Mas o menos 3 millones. ¿Empleados sin puesto? Póngale entre mil y mil quinientos por clínica. Ahora haga las cuentas.

Eso pasa más o menos, pero ahí sigo, con un horario un poco más flexibles, sin jefes picando en la espalda, tratando con médicos especialistas en vez de jóvenes ejecutivos, saliendo un poco del computador para salir a caminar por los parqueaderos o hablar por celular con K., o charlar con R., un tipo que yo imaginaba oficinista de décadas y resulta que es metalero rehabilitado, o con J., que es un médico auditor con un par de hijos, un par de trabajos, y una esposa que llama día y noche a recordarle cuánto lo ama y cuánto valen las facturas que están por vencerse. El director de urgencias es tan fascinante que merece un post entero, pues Dr. House le quedó chiquito. El resto de gente es gente amable, con esas ganas de demostrar poder gratuitamente, como un todo lado, pero de resto bien, me queda algún tiempo para salir y... salir... y bueno, no es que haga muchas cosas. Pero pronto más noticias sin destinatario. Prometido.

12.2.08

Tomado de un forward

"El Gobierno Nacional anunció hoy que reemplazará la bandera nacional por un condón, porque éste representa más claramente la acción y gestión del gobierno de Alvaro Uribe, ya que un condón resiste la inflación, detiene la producción, destruye a la próxima generación y le da a la gente una sensación de seguridad mientras la están clavando".

10.2.08

nostramamos 1

Voy a invitar a mi gran amigo, el adivino Nostramamos, para que arroje algunas luces sobre el oscuro panorama que se cierne sobre nosotros...


Mientras Uribe siga en el poder, no va a cambiar nada.
Las Farc seguirán siendo las Farc. Chávez seguirá hostigando la economía.
El TLC lo van a firmar. Los gringos montarán fábricas, vigilarán de cerca.
A nadie le importará que se jodan algunos sectores vitales, pues ahora hay inversión extranjera.
Uribe va a decir que no es su intención perpetuarse.
Tendremos más miedo que ahora, pero el escudo será un nacionalismo barato.
Así que vamos a elegir un tipo "firme, moderado y de acento social".
Este tipo será en el mejor de los casos Sergio Fajardo. En el peor, Vargas Lleras.
No va a ser Gaviria porque "puede que sea intelectual, pero le falta autoridad".
O sea que seguiremos buscando papá y no presidente.
El que suba durará 4 años diciendo lo que Uribe ahora, que hay que arrinconarlos para poder negociar.
Así que más inversión en la guerra, ahora atizada por la furia del pueblo.
Más de uno se enlistará, cegado de frenesí patriótico.
El mundo pretenderá estar atento.
Chávez pondrá plata a la guerrilla. Los gringos al ejército.
Se van a dar duro, muy duro. No va a ganar nadie. Morirán muchos.
Pero Colombia, o sea Estados Unidos, pretenderá haber vencido.
Pasearán la cabeza de alguno del secretariado por los medios del mundo entero.
Europa dirá que es lamentable, que Colombia sufre un proceso histórico inevitable.
Enviarán "ayuda humanitaria" para las víctimas, que seremos todos.
Le consolidará finalmente el para-estado, ahora con los marines gringos por ahí en las calles.
El nivel de corrupción lo disputaremos con Méjico o la India.
Seremos más ricos y más pobres. Sobre todo más pobres.
Ahora que "no hay guerrilla" se le va a echar la culpa del atraso a la corrupción.
A la corrupción que algún corrupto atacará de frente en su campaña.
Y como la corrupción solo se combate con coraje, subirá el esperado dictador.
El último caudillo, el último papá.
A él terminaremos matándolo.
Es lo que se hace con un padre si se quiere vivir.

Die Fackel

En esta época en la que ocurre justamente lo que uno no podía imaginarse, y en la que ha de ocurrir lo que uno ya no podía imaginarse, si pudiera, no ocurriría; en esta época tan sería que se ha muerto de risa ante la posibilidad de que pudiera ir en serio; que sorprendida por su lado trágico busca el modo de disiparse, y al pillarse con las manos en la masa se pone a buscar palabras; en esta época ruidosa que retiembla con la sinfonía estremecedora de acciones que provocan noticias y de noticias que disculpan acciones, en una época así no esperen de mí ni una sola palabra propia. Ninguna salvo ésta, justamente la que protege aún al silencio de ser malentendido. Pues hasta ese punto está firmemente asentado en mí el respeto por lo intocable del lenguaje, por su condición subordinada a la desgracia. En los reinos donde sobra escasez de fantasías, donde muere el hombre de hambre espiritual sin husmear siquiera lo ayuno de su alma, donde la pluma se moja en sangre y la espada en tinta, allí ha de hacerse lo que se piensa, pero lo que llega sólo a pensarse es inexpresable. No esperen de mí una sola palabra. Ni sería yo capaz de decir alguna nueva: a tanto llega el estruendo en el cuarto en que uno escribe, y no es momento de decidir si procede de animales, o de niños, o tan solo de morteros. Quien hace honor a las acciones deshonra acción y palabra a un tiempo y es doblemente despreciable. Es ése un oficio que no se ha extinguido. Los que ahora nada tienen que decir porque la acción tiene la palabra siguen hablando. ¡Quién tenga algo que decir que dé el paso al frente y calle!

Karl Kraus

11.1.08

el antiguo reino

Ahora estoy en el exilio, estoy en la ciudad pero no estoy, paso casi todo el tiempo en casa, aunque no en la misma casa, casi me he mudado de lugar, ahora vivo con mi novia, rara palabra pero no hay otra que se acerque a lo que pasa aquí, así fue siempre, pretendía que el amor escapaba a las palabras pero no es así ni mucho menos, de todo puede hablarse, por eso ahora digo novia sin rubores. Ando feliz o eso creo. La verdad no distingo demasiado lo que me pasa, a últimamente son escasos esos momentos de silencio en los que la vida parece contraerse en un solo punto y puedes verlo todo a la vez. Tan solo en esta mañana, fría y quieta como un árbol desnudo, en la que fumo en la ventana de la cocina, leo a ratos, y K. se recupera a través del sueño, siento que puedo escribir, puedo decir algo, pertenecer una vez más al reino de lo que se nombra para atraparlo y luego dejarlo ir, porque de eso se trata la escritura, de atrapar el mundo en el lenguaje y después liberarlo.

He llegado a un lugar quieto, no sé para donde moverme, me sigo diciendo que mis fantasías se han cumplido a nivel estético. Si alguien tomara una foto de este momento, me digo, podría morir feliz. Ahora creo que no es tan cierto. La fotografía sería la de un tipo joven, con gafas y sombrero, fumando en una ventana, detrás de él pilas de discos y libros, los brazos desnudos de una mujer que salen de un montón de sábanas. El tipo tendrá un aire triste y satisfecho. El humo del cigarro deberá hacerse uno con el cielo, que debe ser de un gris ceniciento. Algo así sería la foto. Ahora no paro de decirme que esa fantasía debió haber sido creada en un momento de una imperdonable inocencia pues de dónde habré sacado que el lugar que me pertenece en la vida es un cuadro borroso o una fotografía a full color, peor, por qué llegué a decir alguna vez que Nietzsche creía que toda aspiración es estética o algo así, supongo que sonaba bien, que podía sacarse a pasear una frase de esas en algún café o pasillo de universidad, con ínfulas de quién sabe qué, para lograr quién sabe qué cosa, tantas tonterías que uno dice. Y sería bueno comprobar a estas alturas que no estaba equivocado, que el paso del tiempo había afilado las certezas que la intuición o como se llame había perfilado, pero no y mil veces no, fui totalmente ingenuo, llegué aquí, me gusta estar aquí, soy el tipo de la foto pero soy otra cosa, la foto no es el final, el final está en otro lado, ahora tengo que pintar otro cuadro o imaginar otra foto pero ésta vez no será desde el delirio sino desde la impaciencia, el desconcierto y el deseo, que es de lo que va todo en este momento. Trataré de pintar entonces un nuevo cuadro.

Estamos K. y yo en alguna playa del Adriático, yo sonrío de cara al mar y me revuelvo el pelo con la mano, igual de largo que ahora, sin camisa y con un pantalón blanco, ya no llevo gafas, me operé los ojos, estoy un poco mas moreno, flaco y un poco blando, un poco viejo, respirando el aire extranjero con plena satisfacción. K. también está de blanco y lleva un vestido corto, un poco abierto en la espalda y lleva el pelo negro y lentes negros y sandalias blancas y el sol le lame las piernas y ella sonríe y me mira con mudo deseo y la playa está desierta, no hay nadie a la vista, solo hay un horizonte que se funde en el mar y que juzgaré alegoría del sueño cumplido, y habrá una veleta surcando las aguas que juzgaré el impedimento, el tormento, las ganas inconfesables de salir corriendo o salir nadando. Entonces el cuadro o la foto se hacen reales, supongamos que se vuelve escena, entonces yo me volteo y le doy un beso en la mejilla, sin sonrisas extrañas ni vagos silencios, porque ese animal dormido que es la veleta serán las ganas de pintar un cuadro nuevo y a esas alturas ya lo sabré y trataré de recordarlo, entonces no diré nada del nuevo cuadro para no perturbar a K. ni a mí ni a nadie.

Me pregunto cuál será la veleta del cuadro que hoy parece completo.

Creo que es el lugar, el marco de la ventana y el fondo mismo, el espacio cerrado y esas cosas. Eso es lo que me remite a un cuadro nuevo, el deseo de espacios abiertos, el sol entrando en el mar y la promesa de la veleta. Así que, en últimas, sigo pintando futuros en un lienzo. Resulta que tenía razón, que no estaba equivocado, el único problema estaba en no saber cuando dar el último trazo y estampar la firma. Ahora lo sé, it´s over, se acabó, el cuadro está listo y no está a la venta. Si desea verlo puede acercarse, pero no insista, no está a la venta.

Quiero comprar materiales de pintura, óleos, alcohol, trementina, y poco a poco empiezar a dar pinceladas a la obra, sentir que cada trazo del pincel es un paso hacia un lugar nuevo, abierto, desconocido, apenas intuido en el sueño, y paso mañanas y tardes enteras contemplando la obra, quizá corrigiendo algún defecto en los gestos, quizá invadido por la impotencia, quizá escéptico frente a su acabada perfección, y siempre dando gracias al fotógrafo o pintor que hoy, por fin, dio por consumado mi último sueño.

Ahora puedo contar el final del antiguo reino.

7.1.08

posmodernismo aún en pañales

La verdad, tardé semanas en enterarme que el barrio en el que vivo se llama Quintaparedes. Siempre estaba diciendo "vivo en Corferias" o "cerca del Centro Nariño" pero nunca fui preciso, ahora lo sé, aunque esa seguridad no importe demasiado. En fin, resulta que mi barrio, como todo barrio en Bogotá y en Colombia, sufre de la estúpida clasificación que divide las zonas urbanas en estratos, siendo el mío estrato 3 para agua y teléfono, 4 para luz eléctrica y artículos de consumo diario. Es por eso que camino hasta un barrio aledaño, El Recuerdo (después les cuento el nivel de sincronicidad entre su nombre y pasado reciente) para comprar queso, verduras y minutos a celular. En El Recuerdo hay un café internet que es donde estoy sentado ahora, un local pequeño de teclados imposibles pero con buena música, pues quería contar una corta impresión para la cual no hacía falta tanto proemio, pero ya ven, siempre quiero formar contextos.

Resulta que ahora mismo ando leyendo una serie de publicaciones sobre derecho ambiental, documentos sobre el tratamiento político u jurídico del agua en Colombia, asunto de tinte laboral y de otra índole, lecturas muy estimulantes, teniendo en cuenta que llevaba un buen trecho de la vida metido en la lectura de eso que las convenciones llaman ficción, o sea literatura, y tenía olvidado eso que con tanto candor y optimismo las convenciones llaman realidad o non-fiction, y la verdad sea dicha, la diferencia, aunque no sepamos muy bien dónde situarla, se nota y se nota mucho.

El problema ambiental, grave como todos sabemos, plantea interrogantes y exige respuestas para las cuales uno no está ni de lejos preparado. Ecología y economía andan de divorcio. El modelo de desarrollo solo se sostiene en una relación depredadora sociedad-naturaleza. ¿Y cuando los recursos se acaben, qué? Los billetes no se comen. El pètróleo no es potable, que yo sepa. Para dormir tranquilo, no quiero pensar que la omisión de un líder cualquiera esté justificada por un "a mí no me va a tocar". Andamos todos metidos en este barco.

Ahora, cuando pienso en mi posición frente a todo esto vuelven a mí toda un serie de proyectos envueltos en luz blanca, con herramientas que quieren a la vez acariciar la conciencia propia y la piel del planeta. Pero tanto rollito posmoderno, mal entendido por cierto, me había sacado de la esfera de acción y conciencia que el movimiento global prescribe, siempre que el susodicho ismo pretende relegar cualquier aspiración global a la burbuja del sujeto como individuo. En fin, que casi no entiendo de esto y tengo que buscar a Canclini o a uno de esos que son radicales en la defensa de un lado o del otro, y aún así, permanecen activos ante el desastre planetario, ante el sueño planetario.

Lo que quiero decir a los posmodernos y lo digo aquí es lo siguiente:

No está usted equivocado, pero su forma de tener razón es francamente idiota.

Y lo mismo para mí.

2.1.08

día dos

Nueve de la mañana del segundo día del año. Un tipo lee a Dickens en la banca de un parque. Una mujer, al parecer su mujer da de comer a las palomas pequeños pedacitos de pan. Un hombre viejo, en el cual se lee todo el desarraigo del mundo, se cubre con periódicos en las afueras del supermercado. Los autobuses funcionan aún como autobuses. Un chico toma fotografías en Cuzco, Perú, y las envía a sus amigos. Las aves se pierden en la lejanía. Camino con mi hermano bajo los rayos del sol, rumbo a la biblioteca. El cielo promete algo inalcanzable. Bailan los proyectos entre las pupilas. El año que empieza se tiende como un piélago, pequeño y maleable dispuesto a registrar el paso de los días.

Los últimos meses parecen lejanos. La vida suele presentar giros argumentales cuando menos se espera que cambie. Todo cambia para bien aunque el mundo diga lo contrario, todo se ensancha, se perfecciona, busca fundirse en la unidad. En los límites del pensamiento, se asoman rayos que nada tienen de comprensibles, que escapan continuamente a la palabra. Tanta luz abruma un poco, al principio, después despeja el panorama. No se sabe, sin embargo, por qué estas novedades impiden la escritura, el grito, la huida en mil direcciones. Tan ocupado en lo sencillo y excitante de los días, que el ejercicio literario parece a la vez necesario e inútil. Los hechos se resisten a ser nombrados con palabras muertas, la vida se resiste a terminar en el papel pútrido. Ha dejado de llover. Un sol frío y extraño inunda todas las cosas.

Un chico pasa horas enteras esperando el tren desde su ventana. Una mujer pide auxilio en medio de la noche. Hombres y mujeres son tratados como fichas de un tablero. La guerra se libra en las selvas, en las calles, en las casas. El amor se hace incandescente y eterno en un sueño secreto. La ciudad no es ya laberinto sino claro de bosque. El tiempo no es algo que se pierde. Los libros son siempre un libro menos. La sed no es ya esa ansiedad morbosa. Los años se acumulan como el polvo. El lenguaje fluye, atrapa las cosas, las deja ir. El dinero ha perdido peso. Camino más despacio. No preciso sonreir al tendero ni ver noticias. Desempolvo viejas revistas. Ahuyento fantasmas. Planeo viajes. Cocino. Las cosas son otras entre los dedos. Los ojos no quieren ya pulverizar sino envolver.

Cafe internet. Hora cumplida.