7.1.08

posmodernismo aún en pañales

La verdad, tardé semanas en enterarme que el barrio en el que vivo se llama Quintaparedes. Siempre estaba diciendo "vivo en Corferias" o "cerca del Centro Nariño" pero nunca fui preciso, ahora lo sé, aunque esa seguridad no importe demasiado. En fin, resulta que mi barrio, como todo barrio en Bogotá y en Colombia, sufre de la estúpida clasificación que divide las zonas urbanas en estratos, siendo el mío estrato 3 para agua y teléfono, 4 para luz eléctrica y artículos de consumo diario. Es por eso que camino hasta un barrio aledaño, El Recuerdo (después les cuento el nivel de sincronicidad entre su nombre y pasado reciente) para comprar queso, verduras y minutos a celular. En El Recuerdo hay un café internet que es donde estoy sentado ahora, un local pequeño de teclados imposibles pero con buena música, pues quería contar una corta impresión para la cual no hacía falta tanto proemio, pero ya ven, siempre quiero formar contextos.

Resulta que ahora mismo ando leyendo una serie de publicaciones sobre derecho ambiental, documentos sobre el tratamiento político u jurídico del agua en Colombia, asunto de tinte laboral y de otra índole, lecturas muy estimulantes, teniendo en cuenta que llevaba un buen trecho de la vida metido en la lectura de eso que las convenciones llaman ficción, o sea literatura, y tenía olvidado eso que con tanto candor y optimismo las convenciones llaman realidad o non-fiction, y la verdad sea dicha, la diferencia, aunque no sepamos muy bien dónde situarla, se nota y se nota mucho.

El problema ambiental, grave como todos sabemos, plantea interrogantes y exige respuestas para las cuales uno no está ni de lejos preparado. Ecología y economía andan de divorcio. El modelo de desarrollo solo se sostiene en una relación depredadora sociedad-naturaleza. ¿Y cuando los recursos se acaben, qué? Los billetes no se comen. El pètróleo no es potable, que yo sepa. Para dormir tranquilo, no quiero pensar que la omisión de un líder cualquiera esté justificada por un "a mí no me va a tocar". Andamos todos metidos en este barco.

Ahora, cuando pienso en mi posición frente a todo esto vuelven a mí toda un serie de proyectos envueltos en luz blanca, con herramientas que quieren a la vez acariciar la conciencia propia y la piel del planeta. Pero tanto rollito posmoderno, mal entendido por cierto, me había sacado de la esfera de acción y conciencia que el movimiento global prescribe, siempre que el susodicho ismo pretende relegar cualquier aspiración global a la burbuja del sujeto como individuo. En fin, que casi no entiendo de esto y tengo que buscar a Canclini o a uno de esos que son radicales en la defensa de un lado o del otro, y aún así, permanecen activos ante el desastre planetario, ante el sueño planetario.

Lo que quiero decir a los posmodernos y lo digo aquí es lo siguiente:

No está usted equivocado, pero su forma de tener razón es francamente idiota.

Y lo mismo para mí.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El pormodernismo es una respuesta a la que nadie hizo una pregunta, es el incierto la vida personal sin ser un show es la cadencia de una orquesta, la guerra fría se acaba y la literatura pierda su sabor dulce.
Estar en la posmodernidad es nacer en la incertidumbre, quedar se estático, dónde nacen los cambios?
de dónde se explica el esfuerzo?...
veamos querido J a Jurgen Habermas (no encuentro la diéresis), y Lyotard, de acuerdo el posmodernismo está aún en pañales, como lo estan todos los posmodernos..

Jurgen Habermas. «El discurso filósofico de la modernidad», en El pensamiento postmetafísico.
Taurus. Madrid, 1990.

Jean-François Lyotard. La condición postmoderna: Informe sobre el saber (La Condition postmoderne: Rapport sur le savoir 1979)...

Ricas las gatetitas?