25.10.07

tres

1

Hago un gran esfuerzo por odiar a mis compañeros y solo consigo parecer enérgico y hasta simpático

2

No puedo evitarlo. La palabra "Cortázar" en su boca tiene un sabor amargo.

3

Estuve leyendo el blog de N. No sé qué decir. Mostrarse es hemoso, parece. No es ternura lo que concita pero va por ahí. Hace vibrar las vísceras, deja el aire estancado en la garganta, provoca vacío de estómago. Es fabuloso. A falta de un mejor adjetivo. Lo del psquiatra me gustó. Lo de ir y recibir siempre el mismo estribillo. Me gusta que N tiene amigos con los que no se lleva bien. Que no tiene miedo de decirlo. Por otro lado (o por el mismo) me rompe en dos su silencio. Le he escrito ya dos veces y no responde. Se supone que íbamos a cambiar libros, unos de Michael Moore. Ya sé, voy a enviarle una carta escrita por algún soldado herido en Irak a ver si se anima o se conmueve o me manda por fin al diablo. Debo confesar que antes de leerla creía que no llamaba o escribía por timidez, ahora sé que es puro despiste. Las cosas que hace un blog. De N no puedo decir más. La conocí en un lugar bastante probable y es bastante probable que no la vuelva a ver.

18.10.07

Love will tear us apart

Espero (pero ya no espero) que esta canción clausure el tema de una vez y para siempre.

Love will tear us apart
(Joy division)

When the routine bites hard
And ambitions are low
And the resentment rides high
But emotions wont grow
And were changing our ways
Taking different roads
Then love will tear us apart again

Why is the bedroom so cold
Turned away on your side?
Is my timing that flawed
Our respect run so dry?
Yet theres still this appeal
That weve kept through our lives
Love will tear us apart again

Do you cry out in your sleep
All my failings expose?
Get a taste in my mouth
As desperation takes hold
Is it something so good
Just cant function no more?
When love will tear us apart again

12.10.07

news today

ahora mismo escucho shiver de coldplay, con el corazón hecho una uva pasa, una uva sonriente y absurda, perdidamente... eso, a punto de salir de la oficina, inceíble, siete de la noche de un viernes de puente, yo aquí, flirteando con una niña a través de un cristal, enviando casitas de juguete por mail, desconectado del silencio del recinto, con ganas de abrazar la noche, sorprendido de no haber escrito hace tanto, leyendo a Bolaño cuando hay tiempo, a Kafka en los buses, dispuesto a ver a Bjork o Sabina o a ambos, llegando a casa todos los días muy cansado y muy feliz y con ganas de llorar, escuchando todas las historias de los buses, haciendo posgrado en neurosis, doctorado en soledad, se me fue el hilo, ya ven, no me concentro en nada, no puedo escribir mas de dos renglones seguidos, además se me acabó la canción y qué mas da, salgo a la noche.

14.9.07

working

Hay una canción perfecta para esta patética situación.

Confessions of a futon revolutionist

Les cuento, escribo desde el cubículo de mi oficina. Sí, oyeron bien, mi oficina. Mi lugar de trabajo. ¿Descripciones? Ocho a seis, traje, almuerzo comunitario en una cocina de 2x3, tratar de ser activo (no demasiado), tratar de ser indolente (no demasiado), paneles de aluminio, gentes de todo tipo, amistad con el celador, trabajar hasta tarde, todo ese rollo.

Después viene cantar canciones sobre vender el alma por unos pesos, sentir ganas de llorar, después borrarlo todo de un plumazo y tomar coraje, un coraje mal forzado.

Oh, y después viene sentirse bien por la nueva experiencia y saber que la soledad ha madurado.

9.9.07

¿Y uno para qué escribe?

Este asunto del weblog pierde sentido cuando uno no sabe sobre qué hablar en él, y no porque no hayan palabras sino porque hay muchas cosas de qué hablar pero nunca se sabe si vale la pena hablar de esas cosas que solo a uno le interesan.

Este tema, el de la pornografía emocional supongo que ya ha sido largamente discutido por los bloggers desde que se inventaron esto, pero nunca está de más alzar la voz y sumarse a la marea.

¿Uno que dice en estos lugares? ¿Hay que exponer la vida personal a la palestra? ¿Me invento una teoría idiota, me burlo de alguien, les cuento los libros que he leído?

Han pasado cosas que mi poca inteligencia juzga importantes, y sé que exponerlas aquí no cambia absolutamente nada.

Al principio creí que escribir un blog era una forma de ejercitarse en la escritura, ahora no estoy tan seguro. Si quisiera ejercitarme trataría de darle forma a mis ideas, crearía compartimentos adecuados para cada historia.

Ahora, si esto es para hacer periodismo independiente o algo así pues mala suerte. No tengo opiniones fuertes sobre temas de actualidad, y aunque muchas cosas me importan, no me importa demasiado que otros lo sepan. Descarado egoísmo, dirán unos.

Si es para sentirse menos solo, para que lo quieran más, mala suerte. No estoy solo y no me siento solo. Todavía.

Posibles temas para un post:

-Buscar apartamento por Corferias.
-Encontrar de nuevo a Angélica, la profesora con botas.
-Las últimas patadas del rollito hippie.
-Los restos del naufragio del nadaísmo.
-Neonazis: los emos del mañana.
-Bogotá 39, o del escritor como figura mediática.
-Ser español por una noche.
-Saudade, o la vida como recuerdo de la vida.
-El siempre esperado fin de la bohemia.
-La moda china en plena carrera décima.
-Esperando a Godot. Y a Breton, Auster y Franzen.
-El regreso de los 80`s o mil y un entubados.
-Sopa de lasagna o guía para comer en Candelaria.

Ya ven, no era para tanto. Ando con una rabia tranquila. Confusión. Es raro.

12.8.07

Anecdote

(Bad Astronaut)

A thousand indecisions launched
from the table for one
lately they've been killing me
they were left unsung
I desire stop motion sickness
the potion in your breath
companionment
abandonment
death
a thousand insecurities
dumped forever
dumped endeavors
Im awakened by the laugh
comfort in your sound
whatever
Im enamored by your smile
you put the words right into my mouth
I love my antidote to death
Almost died twice today
I wait on you to bail me
like everyone else
I confess
lay my leery head on your chest
give you everything I never had

2.8.07

Una de esas escenas 2

Martín. Martín. Mi nombre en su boca siempre cobra un timbre especial, un martillo cediendo ante un cristal. Esa forma suya de cerrar las puertas, tan discreta y tan segura, me deja siempre plantado, expectante, solo, un tigre en una jaula. Creo que sé porqué me deja. Es evidente que no puedo decidir con ella a mi lado, ambos lo sabemos. Me deja para que haga uso de mi libertad, para que pueda decir ficción sin ruborizarme o periodismo sin jactancias, para que encuentre mi voz, mi camino, para que sea feliz haciéndome daño, afligiéndome, para que haga realidad ese estúpido y fecundo deseo de explorarlo todo.

Casi diría que el rompimiento es un sacrificio ritual, la inmolación del amor, tan necesaria para que la vida perdure. No hay final de nada en el amor; hay un nuevo peldaño, algo que se abre, una invitación a mirarse cara a cara, a compararse. Los amantes no tenemos nada que decirnos, y de ese trágico silencio nace la culpa. El sexo viene a restañar las heridas, es simple. Un héroe caído, una cauta enfermera son los amantes perfectos. Al final, una puerta que se cierra implacable, un portazo en plena nariz.

Al salir a la calle la encuentro igual que siempre. Negras avenidas salpicadas de luces, brochazo amarillo sobre lienzo negro. Charcos como espejos que son pequeños cielos, faroles que escupen su lluvia dorada. Pero algo ha cambiado, me parece. Sin ella esta ciudad es una ciudad, la misma ciudad. Antes era un mundo entero, terrible y maravilloso. Ahora solo tengo estas sombras que me acechan, ojos que me espían como colillas encendidas. Pareciera que la ciudad es un todo orgánico dispuesto a... etc.

1.8.07

El "Brownsday"

No puedo creer que todavía se hable del tipejo ese, de Dan Brown (más conocido que Jesucristo, más que los Beatles), un hombre que apenas tuvo el acierto de combinar algunas novelas conspirativas y paranoides de los años 80 con el ya sonado tema de los evangelios apócrifos. Es un genio, el tipo este. Su obra nos ha enseñado que es posible componer un éxito literario reuniendo algunos cuentos de de hadas, una colección de sitcoms, un fárrago de pésimos thrillers y papel carbón.

Le debemos mucho a Brown, el gurú de estos tiempos, el paladín que enarbola espadas contra la iglesia. El día de su nacimiento debería ser el día de la lengua en el mundo y leerse su obra en cada estación de radio y canal de televisión del globo. La película de Tom Hanks y Audrey Tatou debería proyectarse en cada teatro del planeta. Si a James Joyce le celebran el Bloomsday el 16 de junio, a Brown deberíamos cantarle el "Brownsday", una fiesta donde podríamos vestirnos de ángeles, de demonios, comer y beber lo mismo que los protagonistas de la obra, y otras tantas cosas mas para honrar el erudito, el único, el incomparable Dan Brown.

Lo peor: todo lo que se diga en contra o a favor suyo es advertising.

Supérelo

La primera razón por la que me enojan los libros de superación es por simple celo editorial. Me resulta inaudito (me da envidia, de la mala) que un texto de pobre contenido y pésimo estilo pueda ser traducido a varios idiomas y vender millones de copias. El segundo motivo es de carácter, digamos, ético. Me parece que la verdad no viene en cápsulas, que no existen fórmulas mágicas para responder las "grandes cuestiones", ser un genio del marketing, tener relaciones estables, una personalidad equilibrada, etc. No existen. La vida no tiene instrucciones de uso.

Bueno, y si toda literatura es una forma de encontrar los matices medios de una vida en blanco y negro, es decir, una forma de colorear y ensanchar una película muda... ¿no es eso también autoayuda o superación personal? Ahora sí estamos como queremos.

En fin. La duda purifica. Releer a Paracelso...

31.7.07

Adiós a Antonioni

Adiós a usted también, señor Antonioni.
Me dolió hasta el pelo enterarme de su muerte.
Michaelangelo Antonioni (1912-2007)

30.7.07

Adiós a Bergman

Adiós, señor Bergman.
Por la muerte no se preocupe, que ya ha ganado usted la partida.
Ingmar Bergman (1918-2007)

29.7.07

Lost in Translation (soundtrack)


El intro es algo de lujo. Melodioso, embriagador, nos da la bienvenida a un ultramoderno Tokio, a bordo de un taxi. Después, en los pasillos del hotel o a través de las altas ventanas, vendrá un ambient-pop al mejor estilo de Air, bastante íntimo, como revelándonos la vida interior de los personajes. Un tanto bohemio, cadencioso, resuena el Jazz en el bar donde Bob y Charlotte se conocen.

Ya en plena ciudad, en medio de una agitada fiesta, bailan un poco de funk, de deep house, para terminar en un karaoke donde un loco japonés canta God Save the Queen, Bob entona la famosa tonada de Elvis Costello, Peace, Love and Understanding, Charlotte nos seduce al ritmo de Brass In Pocket de The Pretenders (I'm special...), y el viejo Murray nos deleita con su ebria voz haciendo un cover de Roxy Music, More than this. De vuelta a casa, de nuevo a bordo de un taxi, Charlotte mira por la ventana, sonríe a Bob dormido, y de fondo suena algo, no se qué es pero parece Smashing Pumpkins, una guitarra violenta y una voz muy dulce.

Vuelve la calma; esos beats, esas campanas de aire íntimo. Vuelve el dulcísimo lounge en las calles de la ciudad, en los trenes, en las ventanas de los edificios. Y Kevin Shields, preguntándonos si aún estamos despiertos, sonriendo en un gris amanecer, en bata y pantuflas, probando el Ikebana. La despedida es silenciosa, tranquila, nadie sospecharía que Sofía nos iría a decir adiós con Just Like Honey, de Jesus & Mary Chain, dibujando una sonrisa o un gesto de estupor en nuestras asombradas caras, que ven alejarse con tristeza las calles del ahora querido Tokio...

27.7.07

La asesina ilustrada



¿Puede un libro matar a sus lectores? ¿Podría suceder que una vez leído, al cerrarlo, cerrara las losas de la tumba en torno nuestro? Vila-Matas, inspirado en una idea de Unamuno, cree que sí, y al contarle su propósito a Marguerite Duras (su casera en París), ésta le dice sin reparos que nunca un libro ha hecho lo que hizo en sus tiempos la tumba de Tutankamón. El entonces joven escritor no se desanima, sino que se limita a situar el crimen en el espacio mismo de su literatura.

El libro cuenta la historia de un libro que lleva por título el mismo título del libro, un oscuro relato circula por las manos de varias personajes. Su autora es Elena Villena, una femme fatale, rodeada siempre de misterio. Es la esposa de Juan Herrera, escritor español de cierto prestigio, y hombre con cierta tendencia al delirio. Este a su vez, tiene correspondencia con Vidal Escabia, un escritor alicantino de segunda fila, que ni siquiera es autor de su propia obra. Por último, Ana Cañizal, joven prologuista de las memorias de Herrera e investigadora ocasional de los extraños sucesos que rodean su muerte. Hay que decir que el leitmotiv de toda la obra es el libro mismo, es éste el que desencadena las oscuras relaciones que se tejen entre los integrantes de un juego que conduce inevitablemente, a la muerte.

En París no se acaba nunca, Vila-Matas cuenta la génesis de la Asesina Ilustrada, a la par que recuerda su primera experiencia literaria y vital en París, cuando decidió abandonar su ciudad natal y con ella, las bienintencionadas expectativas de su padre que ya lo soñaba abogado. Bien, pues allí recuerda que estaba una vez en una fiesta que dieron sus amigos, el círculo de Duras, y se quedo como congelado y aturdido ante la mirada fría, profunda de una actriz de teatro. Y en el instante se dijo que esos ojos eran los ojos de su asesina, que su heroína tenía que provocar deseo y temor con la mirada, y en efecto así lo hizo.

(Es curiosa esa extraña fascinación que ejercen este tipo de mujeres de las que se dice que son la encarnación misma del mal, el arquetipo sensual y peligroso por antonomasia, que puede subyugar con su belleza todo lo que toca. Es curioso también que sea un lugar común el pelo negro, largo, liso, la palidez extrema, los labios rojos, la delgadez, la voz penetrante, en fin...)

Con todo, la obra es revolucionaria en su estructura, relativamente original en la trama, y no sólo eso, es también una fina burla a escritores mediocres, que cuando no son burdos copistas son catedrales del tedio. Es además, en palabras del propio autor, el momento en el que deja atrás sus andanzas juveniles, su cara poética, para iniciarse en historias de largo aliento, su verdadero destino. Cambia su desesperada vanidad por una elegante ironía, se dedica a escribir de una vez por todas. Años después nos dirá que para escribir hay que dejar de ser escritor, esto es, olvidarse de una vez por todas de la idea de escritor, y simplemente, escribir.

Muy agradecido señor Vila-Matas, con su consejo. Treinta años después de publicado, aún se siente la maligna influencia de su ya legendario libro asesino. Que por cierto ya terminé y no me atrevo a cerrarlo.

20.7.07

Una de esas escenas

Dejé el teléfono sobre la mesa. Quise buscar palabras mas comprendí al instante que era inútil tratar de explicarlo, de explicarnos. Un asunto que esquivaba los caminos de la lógica. A santo de qué ponernos cuadros y casillas. No iba a armar un final de novelón pero tampoco haría el hijo de puta. La miré a la cara. Hermosa, altiva, un soldadito de plomo. Tuve ganas de llorar, de reír. Todo el cansancio del mundo se acumuló en mi cuerpo. Un sol pálido nos bañaba las manos.

- Vas a abandonarme.
- Sí.
- Te vas de la ciudad.
- Un pueblo pequeño, cerca al mar.
- Ya, y el trabajo...
- Sí, todo está arreglado. Es una escuela pequeña, de curas, la paga es buena, casi dos mil. Tengo el piso listo. Adrien, ¿te acuerdas? Me quedo con ella mientras busco uno propio.
- Tu familia...
- Mi madre se queda por ahora, va a cuidar de Diego y de las plantas.
- ¿Y quién va a cuidar de ti?
- Puedo cuidarme sola.
- Estoy seguro. Eres fuerte. Fuerte y hermosa.

Por un momento sonrió y eso fue para mí el cielo. Durante ese ínfimo instante todo volvió a su lugar. Fuimos de nuevo el amor con libertades intactas, el cuidado de no enamorarnos. Fuimos el encuentro del placer y todas sus caras, la lógica saturada, el deseo nunca cumplido de instalarse en un presente perpetuo. Una sonrisa que era una triste complicidad, eso era lo que quedaba después de los años, un patético intento de recoger lo irreconocible, un último gesto del pez antes de ahogarse.

- Es inútil que...
- No, déjame hablar. Estoy seguro que tendrás una vida magnífica, estás hecha para el cambio. Serás la mujer estoica y sencilla, la dulce maestra. Todos te amarán, te pedirán consejo. Serás muy feliz y te sentirás muy sola. Leerás libros por montones, escribirás hermosas cartas. Alguna noche te sorprenderá el llanto y...
- Todo está listo. No hagas un drama, por favor.
- Por supuesto que no. Ya está todo dicho. Lo dejaste sobre la mesa. Hiciste bien, querida. Siempre dijimos que el adiós sería de frente y sin lágrimas. Así que puedo morirme aquí mientras te hablo pero no llorar, porque ambos supimos engañar al destino.
- Tu destino no es conmigo, entiende.
- Sí, sí que lo es. De lo contrario no me habrías dejado.
- No sabes por qué te dejo y eres lo bastante orgulloso para tragarte la pregunta.- Sé porqué me dejas.
- Muy bien, entonces puedo irme.
- Creo que sí.
- Adiós, Martín.
- ...

19.7.07

Mi lugar predilecto en Medellín.

De vuelta en la ciudad

Estuve en Medellín tres semanas. Le dí algunas vueltas a la vieja ciudad de las flores. Visité lugares, caras, cuerpos, me bañó la luz hasta limpiarme, la noche hasta podrirme, tuve miedo, alegría, plenitud, hastío. Pude notar una tendencia clarísima en mí: casi siempre ando conectado con los movimientos de mi espíritu (perdón por la palabra) y casi no pongo atención a lo que pasa afuera. Trato de estar al tanto del mundo objetivo, de saber lo que sucede en el globo, pero siempre vuelvo al diálogo con un cierto diablillo interno. De tanto echarle cabeza he llegado a una obvia conclusión: el mundo externo es solo reflejo del interno. Un perro que muere es una faceta de animalidad moribunda dentro de mi universo sexual. El río de la Avenida Oriental, que fluye en contra del Metro dirección Niquía fue lo que me dijo que era hora de volver a la ciudad. Una pareja preciosa, a las afueras de Otraparte, casa museo, búnker, escondite, cafetín, él músico atormentado, ella sexo y lucidez, me trajeron a un estadio de soledad infinita y acogedora. Isabel, musa y madre y guerrero maya, ahora se capacita para trabajar en nada menos que una librería. Heidi, niña triste y vieja rabiosa, se expone a la cruda luz de una oficina que abre de ocho a cinco, y extraña paradoja, se muere por el teatro.

Así va todo, las cosas pasan, las palabras son puestas a rodar y todo eso te dice algo de resonancias profundas. Tengo en el cuerpo una máquina de traducciones, un artilugio hermenéutico, erótico, visceral. Sensibilidad mas no sensiblería, pues siento los ojos duros, líneas que bajan y enmarcan la boca, pérdida del sentido humor, conciencia de la precariedad, deseos de remodelar alma y alcoba, de aprender portugués, esgrima, culinaria. Ganas de quemar el mundo entero con un poema, de cantarlo con tanta fuerza que vuele en pedazos. Escribir con tinta de mi sangre, reunirlo todo en un solo cuerpo, sacarlo con ganchos, ponerlo a secar, mostrarlo al mundo sin temor, sin ponerle un valor estético o económico. Escribir con claridad, dejar ya de gritar como un loco. Vivir tanto surrealismo que sienta la necesidad íntima de superarlo. Dirigir luz a todas las cosas, exponerlas a la claridad del medio día, despojarlas de atavíos, de máscaras, de teorías. Violentarlas si hace falta, regresarlas a su condición de eterna anormalidad, de eterna sencillez. Abrazar la muerte de una vez por todas como se abraza la vida, entender el oscilar que implica vivir como juego peligroso, de un lado agua cristalina, de otro diente de tigre. Pasar por toda la gama de colores, por todos los matices. Ya no más blanco y negro, ya no más vida y muerte. Ahora violeta, naranja, azul, ironía, ternura, cinismo. Ahora cosas nuevas, mundos nuevos... espero.

23.6.07

una geisha

Nunca supe su nombre. ¿María, Sofía? Digamos geisha para abreviar. Amigos, lo daría todo por una foto suya, así ustedes compartirían mi risa. La cara blanca, blanquísima, efecto no tanto del maquillaje como de la harina de feria. Boca pequeña, muy roja y no pintada del todo. Ojos negros, rasgados, ausentes. Borracha es poco decir, se caía de la perra. Y bueno, por pudor hay que evitar el resto. Debo decir sin embargo que todos los mitos al respecto son, por fortuna, absolutamente ciertos.

21.6.07

demasiada luz

Una belleza abrumadora, eso es, demasiada luz. Medellín, sinónimo de sol y color, me abre sus puertas por estos días. Días de descanso. No hay mucho que decir. Vivo feliz y así no puede escribirse. Camino con mi hermano por las callejuelas de Envigado, vamos a cine, fumamos como locos. Vuelvo a la cocina de mamá, al nido primigenio, recuperamos tantos meses de ausencia. Voy mucho a piscina, tomo mucha cerveza, leo a Papini. Casi no extraño la ciudad. Poco internet, por lo demás. Estamos planeando ir de camping este finde. Si consigo una cámarita, dejo por aquí algún registro. Bien, me voy. No hay mucho que decir.

10.6.07

Persona, de Bergman (1966)


Sexual y sombría. De una tristeza agresiva, provocadora. Luces y sombras protagonizan el film, es posible ver todo el espectro del blanco y negro. Gotas, arañas, paredes desnudas. Un niño que acaricia una cara borrosa. En la oscuridad, dos fuentes de energía se unen de repente, lo que da origen a la historia.

Vendrá ahora una exitosa actriz representando Electra. Calla de súbito y sabemos que algo insólito ha ocurrido. No vuelve a hablar en toda la película aunque sea el personaje central. Es recluída en un sanatorio, entregada al silencio y la inmovilidad. Le es asignada una enfermera joven que al principio rechaza el trabajo pues se sabe incapaz de manejar una fuerza mental que ha elegido la quietud por voluntad propia. Por contraste, la enfermera habla todo el tiempo, sostiene el hilo de la historia, se confiesa ante la actriz que parece escuchar en una actitud de triste piedad. La joven ama y admira a su paciente, la invita al campo, le hace lecturas de grandes tragedias. La sombra de Kierkegaard parece caminar con ellas por las frías playas de Suecia. Elisabet es el nombre de la actriz, que ya sonríe a su compañera, la acaricia con los ojos. Casi se seducen. Una noche, ya tocada por el vino, le susurra algo a su joven amiga, la única vez que abre la boca: "Ve a acostarte o te quedarás dormida sobre la mesa". Esta repite la misma frase, como si viniera de su conciencia. Alma se llama la enfermera, que ante el mutismo de su paciente, decide abrir su correspondencia. Descubre que ésta revela a terceros los secretos que ella tuvo la debilidad de confiarle, que la actriz le espía y le estudia desde su ambiguo silencio. Cambia de actitud, le reprocha, le exige palabras. Deja que se corte con vidrios, le amenaza con agua hirviendo. Le recuerda que no es nadie, que ha querido callar para no tener que mentir, para no fingir un carácter. Toda una vida de impostura solo admite el silencio, la muerte en vida. Todas las noches sueña que la actriz viene a su tocador y le acaricia el pelo de manera sensual. Se miran ambas al espejo y son iguales. En el día, empiezan a confundirse. Alma habla cada vez menos, sus ojos desarrollan una especie de sombra. Parece comprender lo inútil que es tratar de forjar una unidad en torno a sí mismo. Le enseña a hablar a Elisabet. "Nada", le repite, "nada, nada, nada..."

8.6.07

un poema

Con sangre en los ojos
mirar a lo lejos
hastiados
divertidos
con todos los vacíos ontológicos
a cuestas
y el paso rápido
y el sostenimiento del aire en el pecho
tener que gritarle a los felices
que los amamos
que los envidiamos con rigor
que nunca tuvimos el coraje
de amar a la muerte
de rebelarnos de verdad
que nunca abandonamos
la ciega obstinación contra el tiempo
que ya no nos quejamos
de haber dicho No en las puertas del cielo

Queda decirle a los hijos
que no hay nada que legarles
salvo algunos dioses muertos
y las bases de las estatuas
para que busquen o no busquen
para que nunca encuentren
para que follen
y rían
y compren trapos y discos
y hagan pésima poesía
insertados en la vida
o mas allá de ella
sin revolución
ni profecía
con un sueño oscuro
en un sótano oscuro
a las tres de la mañana

6.6.07

Sobre Julio "El perseguidor" Cortázar

En una entrevista que ví una vez en YouTube (les quedo debiendo el link) decía el querido Cortázar que para él era casi imposible escribir un ensayo porque eso suponía una escritura sostenida en una especie de código lógico construido con premisas, conclusiones y nuevas premisas, lo que para él suponía una gran dificultad. Por eso afirma que su gran terreno es el cuento, la poesía, porque allí puede dejarse llevar "por esas cosas que me vienen, y yo las voy tomando como si nada", buscando apenas la cadencia de las palabras, el juego fantástico. Por ese mismo camino afirma que él no es un intelectual en sentido estricto, debido a esa deficiencia en su racionalidad. Dice que admira a las personas de una inteligencia superior, y que además (a diferencia de él), saben encadenar sus ideas y exponerlas dialécticamente.

Ahora, yo veo en todo esto una extraña modestia. El Cortázar que es Johnny podría ser el Cortázar de los primeros años parisinos, cuando estaba sumergido en el surrealismo, en una suerte de vida poética, de lucha encarnizada contra la Razón y las costumbres burguesas. Rayuela está escrita bajo ese influjo, creo yo, bajo esa revaloración del sueño y de la paradoja que siempre busca nuevas formas (digamos, formas nacidas de la sangre y no del intelecto) para exponer los viejos problemas. El Cortázar que es Bruno es el que fija de manera consciente todas estas estructuras, el que trata de definir al artista que es Johnny (que es Julio) y se le escapa, el tipo con sentido común, con toda la historia de la filosofía a cuestas, y que aún así no logra asir el misterio que es Johnny, que es él mismo en el fondo.

Sabemos que ese misterio es el misterio de la creación, y hasta ahí. No nos atrevemos a cruzar ese umbral. Quién sabe de donde tanta genialidad, de donde tanto artificio. Es francamente exasperante que el análisis tenga que rendir sus armas ante el problema del poeta, un poeta como Johnny, que se crea y se destruye continuamente como si fuera un samsara. Tal vez tenga razón el autor: lo que hace Johnny, lo que hace el genio, no es salvar la humanidad, no es redimir sus pecados. Lo que hace lo hace y punto, lo hace porque no puede hacer otra cosa, porque es "fiel hasta la muerte", fiel a sí mismo y a su propio destino. De ahí su pureza. De ahí su genialidad.

30.5.07

Las 15 vitales

1. te, cafe, chocolate?
2. cine o arrunche con palomitas?
3. tenis o zapatos?
4. comedia, tragedia, melodrama?
5. barroca, blues, electro?
6. mondrian o kandinsky?
7. mejor década del XX?
8. mejor siglo de la historia?
9. perros o gatos?
10. palabra favorita?
11. pasos cortos o grandes zancadas?
12. morralito, mochila, bolso?
13. makeup or natural?
14. agua fría o caliente?
15. viajar o echar raíces?

28.5.07

Carta a un amigo en el exilio

Y bueno viejo, preguntas por el resto de la historia, por lo sucedido en estos años de universidad, por mis ires y venires en medio de tanta incertidumbre y tanto deseo insatisfecho. Me preguntas por Colombia, el país que quiso exiliarte cuando quisiste hablar de frente, tu país ahora tan lejano en la distancia y en el tiempo. Debo decir que me halaga y me sonroja a un tiempo tu confianza en mi escaso criterio, en mi vista tan corta. Y es que cuando digo “Colombia” tengo un sobresalto, me entran ganas de entonar el himno y abrazar la bandera en un frenesí nacionalista, pero me contengo, trato de conjurar los peligros del fanatismo. El testimonio que puedo darte viene dictado más por la curiosidad que por la inteligencia, más por la intuición que por el análisis. Aquí te va, amigo mío, el resto de la fábula:

El once de septiembre de 2001 a las nueve de la mañana estaba en suelo americano, pidiendo visa como muchos. Alguien informó que habían volado el World Trade Center. Pocos lo creímos pero creo que ninguno alcanzó a ver lo que vendría después. Lo único que vimos en toda la mañana fue una nube de funcionarios detrás de las ventanillas que corrían de un lado a otro, desesperados, pensando en todo menos en nosotros, pobres parroquianos que queríamos visitar un país que estaba siendo atacado por terroristas.

Ya cursaba yo primer año de derecho, nervioso y esperanzado como todo advenedizo. El primer año de universidad es crucial para cualquiera. Ahora me digo que no deberían recibir menores de, qué se yo, dieciocho años, porque resulta para los chicos ser una fragua de vivencias brutales, autodestructivas, absolutamente innecesarias. Es posible que una gran población estudiantil se haya salvado de la bohemia y del juego, pero muchos de nosotros quedamos marcados y agotados de tanto andar las calles en busca de lo que no se había perdido. Y pocos de nosotros recordamos lo que en realidad sucedió en aquellos años.

A pesar de la filosofía y la historia, las leyes no son para un tipo de letras. Hay un lenguaje meramente prescriptivo, que no permite el vuelo de la imaginación, que reduce el ámbito creativo. Sumado a esto, el enfrentamiento con una realidad que sobrepasa por mucho el papel es francamente abrumador. Indignados, seguimos leyendo tanta letra muerta, más en aras de obtener una nota que de aprender a conciencia. Eso lo primero. Por otro lado, casi no hay modelos a seguir, mentores de vida. Los docentes parecen a gusto en su concepción de la educación como negocio, muchos de ellos ni se toman el trabajo de reevaluar paradigmas, incapaces de salir de la concepción medieval que fundó las academias. Demasiado miedo en el aprendizaje, demasiado culto a la memoria. Empezaba ya a olvidar que aprender era algo encantador pues ahora estaba obligado a aprender por un contrato. Oneroso, por lo demás.

Pues sí, el asunto se fue especializando. Una vez asumido el papel del abogado miras a los demás de otra forma. Cuando no son pueblo llano, son competencia. El conocimiento empieza a envilecer un poco cuando está recién adquirido, cuando no se ha puesto a prueba. De esta forma, la competencia se fue apoderando de todos nosotros, los antaño amigos ahora eran rivales, los profesores te trataban de colega. Era algo conmovedor pero en el fondo vacío. Algunos quisimos desertar, pero qué va, no íbamos a perder la plata y el tiempo. Además, en otros frentes debía ser lo mismo: el egoísmo, la ambición, la frivolidad. Nada de eso iba a cambiar. Entonces seguimos. Tuvimos que atenuarlo con días familiares, jornadas de cine y libros de mesa, para no ser absorbidos por la mano invisible del mercado, que desde ya empezaba a hacer mella en nosotros.

Vino el cuarto año, y creo ahí empecé a tomar conciencia. La elección de la carrera era de tipo pragmático, sin dudas. Una vez emancipado del seno familiar podría dedicarme a lo que fuera, siempre que no fuera devorado por un oscuro mundo burocrático, siempre que permaneciera fiel a mí mismo. Supe que las competencias adquiridas a fuerza de lecturas y diálogos más que interesantes, tenían que ver con una mejor forma de hablar, de escribir, de darme a entender. Me parecía además que de tanta curiosidad histórica o filosófica, tenía siempre razones más hondas que mis compañeros para decir lo que estaba diciendo. Situarme en Colombia, siglo XXI, fue reconocerme sujeto temporal e histórico, determinado de forma inexorable por las circunstancias. Con algunos trabajos menores, supe lo que en realidad son los derechos fundamentales. No son en absoluto la libertad, la dignidad, la igualdad, los gritos de los franceses. No, ¿para qué eso si no tengo qué comer, qué vestir o en dónde educarme? Si a mí me dicen que nací libre, que nací digno, pues no tengo nada por qué luchar, la vida pierde sentido. Esas son cosas que se ganan luchando, viejo, y eso nadie lo va a cambiar. Los derechos sociales, lo que atañe a toda la comunidad, las verdaderas necesidades, son lo fundamental en cualquier parte del mundo.

Empieza el último año. El círculo de amigos ya se había definido. Pocos pero ciertos. Ya sabía que el derecho era el sacrificio de la libertad en aras de la seguridad común, que era el único recurso que la Razón humana había concebido para frenar la hostilidad. Todo, por supuesto, permeado por el más turbio interés económico. Consciente de todo esto, me olvidé de todo lo que no fuera formación profesional, dedicándome a la academia de tiempo completo, forjando las competencias necesarias para salir a la vida, el verdadero ring de boxeo. Ya estaba bien de tanto manotear a solas en la oscuridad, hacía falta salir al mundo y probarse un poco. Me hizo bien reconciliarme con mis elecciones, con mi libre albedrío. Ahora quiero seguir trabajando en derechos humanos, teoría y práctica, a ver si puedo convencerme y convencer a otros que la paz es posible, que no estamos tan mal como para dejar todo en manos de la guerra.

De Colombia puedo decir varias cosas, pero trataré de ser breve. Colombia es mujer, sin dudas, eso es lo primero que hay que saber. Tiene muchas riquezas, muchos poderosos la cortejan, y no siempre con buenas intenciones. En mis primeros días, Colombia era como una madre, un seno siempre cálido, un abrazo que significaba perdón y esperanza. Y era tan grande Colombia, tan inabarcable, que por mucho viajar a sus rincones siempre parecía desconocida, misteriosa. Todos los rumores que escuchaba sobre los tipos con los que dormía, las corruptelas, los oscuros pactos que maquinaba, me parecían eso, simples rumores. Nunca dudé de su integridad ni de su pureza. Después Colombia fue mujer, una mujer guapísima y encantadora, con todos sus colores al sol, con sus aromas, con sus errores y sus aciertos pero siempre mujer sensual, promesa de lo fecundo. Riquísima y digna de ser protegida. Quería enamorarla y que ella se enamorara de mí, crecer juntos, ver cada uno de sus cambios, sufrir sus derrotas, celebrar sus triunfos. La quería ver libre, viva, contenta. Y bueno, me habría gustado quedarme allí, en ese sueño romántico, en esa plácida adormidera. Pero mi querida Colombia me ha golpeado no tan dulcemente, me ha mancillado con sus traiciones. Ahora la veo mujer fácil, que no lucha para conseguir lo suyo, que gusta de quedarse en casa viendo novelas o noticieros, que espera que la mantengan. Y no solo eso, que goza cuando el hombre la violenta, es más, lo llama pidiendo violencia. No importa tanto que el marido se llame Estados Unidos o como sea, lo que importa y preocupa es que parece necesitar de la sumisión, parece incapaz de crecer por sí misma. ¿Por qué?, me pregunto, nos preguntamos. ¿No está ya muy mayorcita para estar bajo la orla de sus verdugos? Me rehúso, nos rehusamos a creer que prefiera empuñar un arma a empuñar un libro.

El orgullo de Colombia es infundado, frívolo, putón y pacato.
He ahí un mal daguerrotipo de tu país y de tu querido amigo,

M. Valdemar

20.5.07

Don´t come knocking, de Wim Wenders

Color, mucho color. Amarillo, sobre todo y rojo. Una amplia gama de colores. Una apuesta por la experiencia velada, por la historia oculta. Poco diálogo, y aún así, cada ser tiene su razón de ser en el filme, tiene su historia. Un poco parodia y homenaje a los westerns, parece buscar el fin de la impostura. Es dura, cínica, divertida. De una melancolía absurda. Confirma el hecho del cine como confesión, como expiación de culpas. Hay más realidad allí que en ciertas pretensiones realistas. Un viejo actor cansado de andar, buscando establecerse, recuperar su familia. Una camarera sencilla, alegre, solitaria. Un músico en plena carrera destructiva, o mejor, creativa. Una chica dulce y honesta, alimentando sueños y palomas. Un oscuro funcionario desencantado del mundo. Personajes así pueblan un mismo pueblo en la historia de Wenders...

Nota: podría quedarme viendo a Sarah Polley durante horas.

17.5.07

P.S.

Hay otras formas hablar, de sentir. Esta sonrisa, este grave entusiasmo, son solo el producto de conjugar el amor y la violencia, nunca excluyentes. Demasiada información, demasiada lectura. Momentos tensos. Desdén por la fantasía. Y una fe en el arte, exenta de pureza.

15.5.07

Dear Mr. Bush

No se cómo no había leído esto.
Aunque un poco tarde, aquí el recibimiento de Harold Pinter a Bush cuando arribó a Inglaterra:

Dear President Bush,

I'm sure you'll be having a nice little tea party with your fellow war criminal, Tony Blair. Please wash the cucumber sandwiches down with a glass of blood, with my compliments.

Harold Pinter

Otras cartas en
http://www.guardian.co.uk/usa/story/0,,1087591,00.html

8.5.07

politics is the business of...

No sé, es terrible todo esto. A ustedes también les sucede, lo sé.
Está uno entre cobijas, leyendo a Miller, con algo barroco en el aire, y alguien prende la tele. Y lo ves todo. La guerra tan lejana, tan ficticia, tan no nuestra, metida en las paredes de la caja de rayos catódicos, con el pie de página cordial, idiota, lleno de eufemismos que va soltando un presentador hipócrita y para colmo, impecable.

Vale, decimos, la capa se ha puesto dura, ya no afectan esas vainas, se sabe que estamos en guerra. Además, todo el tiempo ha sido igual, ya no pasa nada. César mató tantos, Hitler mató tantos, Mao, Musolini, Robespierre... Mierda, me digo, aquí los paracos han desaparecido más de 30 mil, y entre todos los armados, han desplazado a más de 3 millones de personas, cifra solo superada por Sudán. Ahora cortamos la gente a pedacitos para más comodidad y menos trabajo. Ahora vamos a la ONU, al congreso gringo y nos gritan paramilitares. Y decimos que afuera no saben lo que pasa aquí, que los europeos qué van a saber si no tienen hambre, que ya se puede viajar por Colombia así sea con 20 mil policías en la carrtera, que el predidente hace lo suyo pero nadie lo apoya, nadie lo entiende. Si uno ve el país desde afuera, queda francamante indignado. Y lo peor, desde adentro no tanto. Nos hemos vuelto impermeables a la guerra propia y sensibles a la ajena. Protestamos por Iraq, Palestina, Ruanda, porque duele más, es más guerra que el Aro, Bojayá, Mapiripán, Caldono, Segovia, Ciénaga.

Pero esto ya lo saben. Hablarlo en público puede revelar neurosis, mamertismo, provocar comentarios irónicos o condescendientes. Al final, todo se resuelve en trivialidades. Resulta igual hablar de Bush, de Heidi Klum, de Gus Van Sant, de Google, de budismo sufi, de un artículo de Vogue, del parcial de mañana, que de los miles de millones de muertos que se suceden día a día y que están tan lejos de nuestras cobijas, nuestros cigarros, nuestro librito de Henry Miller.

Corríjanme si me equivoco. ¿Es Dostoievski el que afirma que todo ser humano es responsable por TODO y frente a TODOS? Bueno, igual da. Alguien lo dijo. Ahora, ¿cuál es la medida de nuestra responsabilidad? Yo diría que está en proporción con el poder que tenemos entre manos. Porque claro, yo no respondo igual que Paul Wolfovitz, Ariel Sharon o Miguel Urrutia. Pero igual respondo. Por todo y frente a todos. Así que invito a todo el mundo a exigir de mí responsabilidad frente a la muerte, frente al hambre, frente a todo.

La caridad es la llave, dirá Rimbaud.
Hay que bautizar el mundo con fuego, dirá Judas. O Jesús.

¿Qué hacer?

Aquí unas reflexiones para empezar:

- El hecho de adquirir conciencia no significa andar bravo o deprimido.
- La revolución no es un estamento mediático ni un artilugio estético.
- La protesta, la papa explosiva y el megáfono pasaron a la historia. Con un saldo negro.
- Mirar alrededor. Arreglar primero la casa, después el resto.
- Saber que esto es Colombia, año 2007. No Londres, 1848. O Seattle, 1997.
- Tratar a otros de manera ética y democrática es ya bastante política.
- Combinar realidad y ficción es aconsejable a la hora de leer.
- Despersonalizar el asunto. Los demás son personas, no símbolos de izquierda o derecha.
- Entender de una vez por todas que la violencia no acaba la violencia. Solo agranda su esfera de aplicación.
- Conocer las causas, siempre las causas.
- Pensar colectivamente, por Dios, y no solo en sí mismo.
- Generar relaciones profundas. Evitar eso de conocer a todo el mundo y a nadie.
- Mucho cuidado al hablar de libre cambio o de posmodernismo.
- Coger a todos los que dicen ser "burguesía decadente, artística" y abofetearlos con fuerza. Después darles un abrazo.
- Escuchar atentamente. Debatir o rebatir cada palabra. Ojo, no se olvide el primer punto.

Y bien, yo sé que hay gente que escucha, que está escuchando.
A pesar de que estamos distraídos por cantidad de cosas. Algunas importantes como el trabajo, la familia, los amigos, la supervivencia diaria. Y otras decididamente estúpidas como la tele, el fútbol, la cerveza, los culos, las tetas, las bandas de punk, los videojuegos, el brillo del pelo, etc, etc. Hay que fijarse un poco y no consumir tanto esa mierdita ideológica vestida de rosa.

1.5.07

louveciennes' memories

"Richard Osborn es abogado. Hubo que consultarle respecto a los derechos de autor de mi libro sobre D.H. Lawrence. Quiere ser bohemio y, al propio tiempo, abogado de una firma importante. Le gusta abandonar su despacho con la cartera llena e irse a Montparnasse. Invita a todo el mundo a cenar y a beber. Cuando está borracho se pone a hablar de la novela que piensa escribir. Apenas si duerme y a la mañana siguiente llega a la oficina con el traje arrugado y lleno de manchas. Entonces, como para evitar que la gente se dé cuenta de ello, habla más y con mayor brillantez que nunca, no dejando que sus oyentes le interrumpan o le repliquen, de modo que todos dicen: "Richard está perdiendo sus clientes. No puede dejar de hablar". Es como un trapecista incapaz de mirar al público cuando está arriba. Si mira abajo, se cae. Richard caerá en algún lugar situado entre su oficina y Montparnasse. Nadie sabrá dónde ir a buscarlo, pues él oculta a todo el mundo sus dos caras".

Anais, me has cogido.

gatos novelistas

Extraño fin de semana. El viernes estuve a punto de pegarme un tiro cuando después de cuatro cervezas, me despedí de Carlos en un parque cercano a la universidad. Me sentí realmente mal, amigos, pues tuve la sensación de estar terminando carrera con un saldo negativo. Y me preguntaba ¿qué queda después de cinco años de andanzas y aprendizajes? Pues hombre, me dije, experiencias, lecturas, amores fallidos. Un ciclo que se cierra. Y bien, lo que no entendía entonces (y creo que ahora tampoco) es que cerrar un período de vida o cualquier cosa implica anudar los extremos del lazo, o sea, desembocar irremediablemente en el principio de todo. De nuevo me ví empezando universidad, con la ansiedad primípara, abriendo bien los ojos para tratar de ver un camino estable, algo que sirva y satisfaga y no duela tanto.

Camine entonces hasta mi casa, tenía ganas de caminar, que está como a media hora y la sensación de desamparo fue en aumento, por lo que llegué adormir inmediatamente. Al despertarme a eso de la media noche, el dolor no desaparecía, por lo que traté de anular el pensamiento a fuerza de televisión. Mala decisión. Entregado al frenesí del zapping, duré despierto hasta muy tarde. Mas bien hasta muy temprano.

La mañana del sábado transcurrió en una especie de semisueño en la que buscaba entre mi agenda de teléfonos alguien con quien ir a la feria del libro. Muchas personas me habían dicho durante la semana "vamos, seguro, el sábado nos vemos allá", pero yo solo quería ir con Sasha o con Marco. O con ambos. Pero Sasha (después les digo quién es) tenía el celular apagado y Marco no apareció por ningún lado así que me decidí a ir solo. Después del baño y de un largo almuerzo en el que charlé con mi tía para no preocuparla, me llama a la casa una niña que poco veo y quiero bastante, Luisa, con el pretexto (?) de estar buscando material para estudiar un final que viene pronto. Entre una cosa y la otra, quedamos de vernos para ir a la feria. Perfecto, ya tenía con quien ir. Un poco tonto eso de no querer ir solo, debe ser una etapa de "handle with care", de futuro difuso, en las que uno quiere el diálogo o al menos la compañia de alguien que esté en las mismas. A eso de las cinco, mientras escuchaba a Vladdo hablar sobre cómo leer la ciudad, me llama y nos vemos en las banderas de Corferias. Todo marchó bastante bien. Vimos a Herralde mientras hablaba de Anagrama (nos aburrimos sin decirlo), caminamos por ahí con cigarros en la mano y nos topamos literalmente con Valentín, un arquitecto-literato-editor que estaba por allí en busca de las huellas de Bolaño. Y vimos a Juan Carlos Botero vestido a la última moda, además de una cantidad increíble de gente con gafas, converse y gabardinas.

A las nueve y media de la noche nos mirábamos de frente en un barcito hindú que queda por la Nacional y creo que había algo en el aire. Pero todo fué intelectual, siempre primaba un deseo de demostrar, de nunca abandonarse, de llenar el aire de palabras. Si no fuera por la risa, bendito maná, abríamos desarmado y armado el país entero sin habernos acercado un solo ápice. Hubo que dar el salto (un salto que fue apenas un avance imperceptible) cuando ya veía los ojos del barman desnudar la que ahora consideraba "mi chica". Rara cosa, porque aún sabiendo que es parte de mi pequeño círculo amistoso, nunca me había fijado en ella de esa forma, con ese afán de dulce posesión, con esas ganas de quién sabe qué venidas de quién sabe donde. En fin, fuimos los últimos en salir del bar, el dueño declinó una invitación a seguir bebiendo, de manera que rematamos en otro más pequeño, más oscuro, más acogedor.

Solo hizo falta una corta sesión de blues para que dejáramos de fingir que éramos personas completas, perfectamente satisfechos de estar solos, a gusto con nuestra soledad y en pleno cultivo de las mejores virtudes. Llegaron los recuerdos de relaciones pasadas como avalanchas, dejándonos un poco tristes, como cuando se muestran las fotos familiares o las cicatrices. Ella lo entendió todo, y supo disiparlo con un gesto de partida, mas bien de invitación a pasar la noche en arrunche, y así fué como nos cogió la madrugada en pleno vuelo, a bordo de un lascivo taxi y bajo la mirada inquieta del oscuro conductor.

Sexo, culpas venidas a menos. La tonta angustia se fue quedando afuera, parada en la lluvia de Bogotá, y yo reía con todo el cuerpo, feliz de estar feliz y de dormir acompañado de nuevo.

Domingo 8 a.m. Cinematográfico desayuno en una tienda con paredes de baño y casi llena de vapor. Absoluto silencio. En ese momento, le digo a Lú que se ve mejor sin maquillaje, que por qué usa siempre tacones. Y me sonríe sin decir nada, como si fueramos un viejo matrimonio. Llego a mi casa con cara de ponqué (el verano era largo) y me ven como bicho raro, como que un día llega a dormir sin hablar con nadie, y al otro, cagado de la risa queriendo cocinar y ver películas.

En la noche nos vemos de nuevo, esta vez en su casa. Todo ser vivo se mueve mucho mejor en su propio hábitat, en su ambiente natural. Su mamá es economista, fuma todo el tiempo, nunca para de hablar; su hermanita es de una fatuidad preciosa, como la mayoría de los adolescentes. Me muestra los libros, los regalos que le trajeron de Egipto, las lámparas de papel, los cientos de collares, las fotos (monumento al ego), la cara llena y satisfecha. Y yo me digo "coño, te está gustando en serio esta mujer" al frente del espejo, como si fuera Travolta en Pulp Fiction, y cuando salgo ella tiene café y pasteles y una gran sonrisa...

¿Les ha pasado alguna vez que se suben a un bus completamente excitados después de un adiós, con ganas de bajarse a las dos cuadras, sentarse en una banco de esquina y fumarse un cigarro? A mí me pasó en ese momento, pero supe disimular mi nueva cursilería, que juzgue insultante en medio de tantas caras cansadas y amargas. La ciudad se fue disolviendo en la noche, a través de la ventana, y ahora la seguridad volvía. Habían sido cinco años de desafíos, de apuestas altas, de error y acierto, una época en la que no solo se forjan las competencias concretas de un trabajo específico, sino que se aúnan las fuerzas de varias disciplinas, se entiende el carácter mercantil de toda institución, la mezquina importancia de "la rosca", la infinita vanidad del homo sapiens, la conciencia del fin de todas las cosas, sobre todo del fin de la niñez. Uno al final quiere la desescolarización del mundo, la supresión radical del concepto de "juventud", que a los siete años ya sepa uno que el mundo es una mierda muy violenta y muy hermosa y que eso es precisamente lo triste. Que sepa uno ya sin tantas guevonadas, sin tanta bohemia, que esto es un gran paraíso sangriento, una arena de gladiadores en la que pierde el que muere y vence el que mata...

Ya, ya, nos dejemos arrastrar a los potreros de lo sombrío.

En realidad quería hablar de un buen nombre para un gato novelista, pero ya ven, siempre llegan unas cosas y otras...

30.4.07

parís no se acaba nunca

El paso de la juventud a la adultez parece ser, según Vila-Matas, el tránsito paciente de una no muy elegante desesperación a un prudente egoísmo, para conquistar al fin una verdadera ironía.
Pero en últimas, ¿qué es esto de la ironía? ¿por qué Vila-Matas recalca tanto el carácter irónico de su obra? Yo diría, "salvando las insalvables distancias" como él mismo dice, que ese énfasis excesivo en la finalidad de la obra le resta fuerza aunque le sume en honestidad. Encuentro esa ironía como una mezcla a la vez de censura y de cariño, de un humor altivo, ahora matizado por el paso de los años y los libros.

Se trata de revisar los primeros días del proceso de creación, el despegue del nido familiar, lo que no deja de ser crítico, y por lo tanto fecundo para cualquiera. Los años de aprendizaje literario son tema a nunca agotar, pues nunca acabamos de seguir los pasos de escritores que se han hecho grandes a fuerza de constancia, alimentados de hambre, de fracasos, de esperanzas. Y resulta un poco extraño ver que los ahora autores de prestigio fueron alguna vez jóvenes obstinados, dubitativos, que paseaban por las calles de cualquier ciudad con la vanidad y el desparpajo de todo adolescente, tipos de ojos duros y solitarios, que sufrieron más de un revés en esa búsqueda de la palabra perfecta, de la novela acabada.

Cierto es que estamos en un lugar común cuando se ventila toda esa "educación sentimental" del artista joven que da sus primeros pasos en medio de una vida bohemia, exótica y decadente. Pero, ¿qué es el hombre sino la materia de su propia obra? En el caso de Vila-Matas, se trata de una radiografía de la angustia, todo envuelto en una ironía autorreferencial. Se trata del paso del tiempo, de la necesidad de vivir sin caer en la tentación de creerse más viejo o más joven de lo que en realidad se es. En este sentido es un poco ético el rollo, un poco pedagógico.

"París no se acaba nunca" es el título del último capítulo de "París era una fiesta" de Ernest Hemingway, autor de culto y guía espiritual para Vila-Matas. Solo que a diferencia de éste, que fue "muy pobre y muy feliz" en París, aquel dice que fue muy pobre y muy infeliz. Llega el joven poeta a su ciudad soñada con el deseo de forjar su propia obra, y un amigo le introduce al círculo de Marguerite Duras, que le arrienda una buhardilla en la rue Benoit, lugar por el que han pasado generaciones enteras de artistas, bohemios y militantes exiliados.

En París se convierte en situacionista, en patafísico, en oulibiano, sin tener la más mínima idea de que significa todo esto. Sigue los pasos de Hemingway, de Perec, de Fitzgerald, pero aprende a escribir con palabras propias. Un día le pide un consejo a su casera sobre cómo escribir y ésta le entrega una cuartilla con instrucciones para principiantes, de las cuales no entiende nada en absoluto. De forma lenta, paciente y dolorosa, aprende que el estilo tiene que ver con el uso de palabras vivas, salidas del interior; que el registro linguístico tiene que ver con la concordancia entre la atmósfera y el lenguaje; que la experiencia es como la parte del iceberg que nunca sale a flote. Sobre todo aprende que la poesía se parece mucho a la adocescencia, y que hacen falta años para poder reirse de uno mismo sin dejarse a la deriva.

Es cierto lo que dice Fresán: al leerlo dan ganas de escribir.

28.4.07

1. Cafetería de la facultad. Int. Día.

Sentados a una mesa en la mitad del recinto, los miembros de Korova Cineclub discuten los pormenores de la próxima proyección. JULIAN lleva anteojos de marco grueso, el pelo un poco en desorden, saco de lana de rombos, jeans. Es conciliador nato, por lo tanto, indeciso. Habla con amplios y afectados ademanes, con gestos excesivamente joviales. MARCELA se opone de manera alegre, enfática. Es la intelectual del grupo. De baja estatura, un poco gruesa, de ropaje bohemio. Pugna por la "alta cultura." Necesita de la ignorancia ajena para acentuar su inteligencia. La actitud de ADRIANA, también disidente, es irónica, silenciosa. Lleva el pelo corto, la frente alta, un gesto de dulce desprecio en la boca. A un lado de ellos y en completo silencio, CARLOS fuma un cigarro.

JULIAN- Muy bien. Que nos gusta el cine es evidente. Ahora, ¿por qué estamos aquí?
MARCELA- Se supone que vamos a organizar una serie de proyecciones, a establecer el funcionamiento del grupo, ¿no?, eso dijimos la vez pasada... ¿qué es lo que tenemos?
CARLOS- ¿Y qué vamos a tener? Uno no tiene nunca nada, no puede uno nunca estar seguro de lo que tiene, pues...
ADRIANA- Hasta ahora, nada. Pero no volvamos a reunirnos en bares, por favor. La gente allí se deprime o se embriaga o ambas cosas, y nos quedamos en cero. Lo único que quedó fijo fué la dirección, y eso después de muchos gin-tonic...
JULIAN- Ya sé, ya sé, me encargaron de ponerle orden a este asunto. ¿Saben?, lo bueno
de ser director es que a nadie puedes culpar del fracaso.
ADRIANA- Y sin inicio no hay triunfo ni fracaso. Vamos a ver, tenemos tres ciclos: Kubrick, Fellini, Woody Allen... los filmes propuestos son Barry Lyndon...
CARLOS- (ausente) Y, ¿por qué se llama esto Korova? ¿De dónde semejante idiotez?
ADRIANA- Si no te gusta, puedes ponerle cualquier nombre imbécil de los que propusiste el viernes, pero no sueñes en trabajar aquí...
JULIAN- Vení, apagá el cigarro, Carlitos.
CARLOS- No lo voy a apagar. Miren, el nombre es detestable, pero qué mas da, eso es lo de menos. Además, esto no debería tener jerarquías ni pasar por filtros institucionales. Proyectemos y ya está. Empezemos mañana. A ver, libre división del trabajo...
JULIAN- Yo vigilo que la heterarquía permanezca intacta.
CARLOS- Y yo soy el loco anarquista, la célula revolucionaria...
ADRIANA- (dirigiéndose a Marcela) ... Full Metal Jacket, la Naranja... ese día podrías hacer un buen intro, explicar el rollo del nombre... y traemos la novena de Beethoven para ambientar la charla.
MARCELA- Si quieres la quinta, y me pongo sombrero, botas y bastón.
ADRIANA- ¿Qué te pasa?
MARCELA- Nada, es solo que La Naranja es adolescente, trillada, vulgar...
ADRIANA- Y, ¿qué propones?
MARCELA- Bueno, no sé, lo que te había dicho, algo de calidad.
ADRIANA- Por última vez, no vamos a proyectar Cuchillo en el agua para la inauguración.
MARCELA- Yo solo decía...
JULIAN- Listo, está decidido. El profesor de ciencia política va a disecionar la obra moralmente,
Carlos fingirá ignorancia (lo que no será difícil) y hará muchas preguntas, metiendo un poco de línea, ya saben, lanzando unas puyas...
ADRIANA- Pero sí dijimos que esto era un colectivo despolitizado.
CARLOS- Adri, hasta ir al baño es hacer política...
JULIAN- Sí, las cagadas dolorosas son de derecha, las suaves...
Marcela y Adriana se levantan de la mesa, se alejan.
JULIAN- Niñas, ¿en qué quedamos? ¿Nos vemos en el bar?
CARLOS- Deja que se vayan. Te estaba contando: llego a la casa y encuentro a Marce nerviosa, hablando por teléfono, y...

26.4.07

No es fácil escribir cuando se está cerca de los cero grados y menos cuando se tiene una gripa bien acomodada entre pecho y espalda. Con todo, hay que acometer la empresa con arrojo. Me dispongo a proceder de una manera bretoniana, escritura de automatismo psíquico sin intermediación de la razón ni mucho menos pretensiones éticas o estéticas. Trataré, por lo tanto, de no pisotear el nombre de tantos alucinados dispuestos a conjugar imágenes disímiles y poderosas, tan solo para afirmar (vasta labor) el predominio del sueño y la paradoja. Empecemos, entonces.

Antes de subir al cuadrúpedo vehículo, la sonrisa rápida y nerviosa del que se sabe objeto del amor mas descarado. Pasos apresurados, asfalto, vuelta a las praderas, al humo negro, a una falda a cuadros sobre la cama, a unas botas bien puestas. En la esquina donde suelen tomarse fotografías los viejos y las palomas, donde orinan los perros y trabajan las putas, llegó la nostalgia, y con ella, un implacable silencio que quería minutos a celular y abrazos que fueran honestos. Al cerrar la puerta tras de mí, el deseo de una flor que no estuviera tan sola en la ciudad, que almorzara con sus amigas en algún café o estuviera en la cama de su amante viendo alguna película. Pero no, todo era azul y vasto, como un cielo desmembrado, con cabeza de gata y alambres de cristal. Muy bien, llegó la aurora, y allí chisporroteaban dos figuras negras, displicentes, que de mala gana aceptaron una copa en una caverna verde y penumbrosa. La mala facha solo era superada por ciertas miradas que juzgué indiscretas, y después, por el recuerdo animal de algún amor perdido. Las distancias se acortaron y la figura número uno se fué alejando mientras la dos se acercaba cada vez más, y tuve que hacer como si tal cosa, como si lo natural fuera el acercamiento, aunque este fuera de compás o de meteorito. El cataclismo se produjo unas horas después en la calle, recostados los dos a un muro que bien podría haber sido el muro de las lamentaciones si nuestras carcajadas no lo hubieran intimidado. Pero el muro rojo se mentía, pues si alguien debía temer era yo, tal vez la luz que chisporroteaba, pero nunca el muro, tan humilde y altivo y manchado de tiempo. Volvió la época en la que se escribían historias en la calle, y algún que otro chico andaba con su pistola a cuestas y el destino marcado. Época donde no sabíamos qué era el destino pues las ganas daban para todo, había unas ganas infintas de tomarse el mundo bogado, como se toma una cerveza si no hay plata o un jugo de guayaba en casa de alguna tía. Queríamos todo tan rápido y aún así llegó la calma con los años, y también llegó la constatación de no haber superado muchas cosas, entre ellas, la velocidad. Pero mejor que todo fue saber que al crecer sabíamos que teníamos razón, que el tiempo había forjado las certezas que la ingenuidad había perfilado. Entonces llegaron oscuras noches de luces artificiales, mujeres artificiales, paraísos artificiales, todo retrospectivamente, como si de repente la memoria azul roja violeta viniera a afirmarse en su aljibe de patio viejo, en su modesto caudal de trémulos rigores, de locuras moderadas. Curioso que haya explotado ese recuerdo allí, al lado de la pared roja y manchada, y curioso que hiciera explotar la luz chisporroteante, pues nunca habría imaginado que la luz me invadiría hasta devorarme. Después del big bang, fue perseguir una sombra en un camino de piedra, alerta a no ser asaltado por segovianos o mariposas o atracadores y enfrentar cara a cara el golpe que no se dio sino en un sueño que lo devolvió con renovado ímpetu. La ternura y el silencio se instalaron en esa especie de bosque incendiado que era el centro de la ciudad, y si alguna injuria hubo, esta fue recibida por mí como si de un objeto curioso se tratase. Lo traje a casa, lo acosté en mi cama con mis revistas y mis medicinas, y no dejó examinarse hasta muy entrada la noche, para que mis impresiones se fundieran en el sueño, y así poder tenerme, luz chisporroteante, en su poder hasta que llegara el alba. Mas no cantó ningún pájaro y ninguna doncella vino a anunciar la aurora. Todo ocurrió con monótona precisión, la cara en el espejo, el aura en desaliño, la vida desperdigada en el suelo de la habitación, un poco de frío, un poco de miedo, ganas de disfrazarse y no, ansiedad de futbolista antes de una final, de actor antes de casting, y con todo eso, la consabida lucecita encerrada en un botella lila de culo redondo, lista para salir de paseo y conocer a mis amigos...

las partículas elementales

La primera vez que oí mentar a Houellebecq fue en un artículo sobre Roberto Bolaño escrito por un periodista chileno que parecía conocer muy bien su obra. En éste, se decía que en la reunión que le otorgó al autor de "2666" el premio Herralde de novela, el querido infrarrealista no solo se burló del pelo de Ricardo Piglia sino que comentó largamente la obra de Michel Houellebecq. Me entró el bicho de la curiosidad y me dediqué a buscar en la red algunas referencias, siendo así como topé con unos poemas magníficos, además de algunos textos publicados en un libro llamado "El mundo como supermercado", donde se encarga de subrayar los valores que a su jucio rigen el mundo moderno: el culto al yo, al placer, al sentido del humor, así como la trivialización de todos los asuntos de la vida.

Para los que vivan en la ciudad de Bogotá, les será conocida la biblioteca pública Virgilio Barco. Les cuento que fue allí dondé encontré sin buscarlo "Las partículas elementales", el cual me dejó atrapado desde las primeras líneas. Ahora que lo he terminado, me atrevo a formar palabras que traten de reconstruir la fuerte impresión que ha dejado en mí esta lectura.
Houellebecq sería un perfecto shandy: funciona como una excelente máquina soltera, su obra cabe en un maletín, se le nota un gran desprecio por la muerte, goza de una sexualidad extrema, es de un nomadismo infatigable. Lo digo sin caer en el facilismo de subsumir una obra en otra. Apenas quiero recordar que al leerlo, de inmediato lo situé en un lugar bastante alejado de los lugares comunes en literatura.

Dejando a un lado las pretensiones de incluirlo dentro de los autores efectistas o escandalosos, puede decirse que la lucidez con que describe los patrones de la sociedad contemporánea es abrumador. La sexualidad permea todo el libro, es cierto, pero también hacen su entrada la filosofía, la genética, la biología molecular. Lleva a cabo una descripción del deseo y de sus efectos que no se veía (creo yo) desde las vanguardias de inicios del XX. Su estilo es pausado e intenso, su experiencia es prolífica, su esperanza no se deja menoscabar por la creciente conciencia del vacío. Afirma que la filosofía del futuro será científica, que ninguna sociedad sobrevivirá sin una religión basada en la inteligencia y el diálogo.

Lo mas intenso de la novela, aparte de esas crudas frases en las que expone la vida a una luz violenta, sin matices, es la larga disertación del epílogo sobre la clonación humana. Nos habla de las posibilidades de eliminar la subjetividad, la conciencia del yo, el egoísmo, fuentes de infelicidad y odio, a través del control natal. Despoja la sexualidad de sus fines reproductivo y narcicista, haciendo prevalecer el principio de placer. Un placer, por supuesto, que respete los límites del placer ajeno.

Quizá soy injusto con la obra, quizá digo demasiado o muy poco. Libros así siempre se le escapan al juicio. Mas que una crítica, esto es un ejercicio de admiración.

la mujer en la fila

La mujer más hermosa del mundo hace fila en el Carulla del Parkway. Lleva una chaqueta pequeña y jeans un poco caídos. Abre su bolso con un cuidado quizá excesivo, afectado. Paga con tarjeta un pan francés, galletas integrales, avena, protectores y cepillo de dientes. Está adelanto mío, yo me adelanto. Me mira con dulce desdén, sonríe, le sonrío. Levanta las cejas a modo de saludo, me encojo de hombros. Marca el número en el contador electrónico, cierra el bolso de nuevo, espera, yo la espero a ella. Compro maní y medicamentos, ella sale sin despedirse. Only beauty turns me on.

posible prolegómeno

posible prolegómeno

Carajo, ya empezó otro blog.
¿De qué hablaremos aquí?

Esto es un blog sobre nada, sobre literatura.
Y alguna que otra cosa como...

bolaño, sabina, caravaggio, houellebecq, eclipses, mandarinas, derivados lácteos, historias de redencion, calentamiento global, tao te king, vodka, dadaísmo, clavo-contra-clavo, teorías sobre el vacío, castillos de arena, volutas de humo, autogestión, making-of, decadencia, supervivencia, sexo, gin tonic, big bands, comercio salvaje, radiografías del deseo, lencería, cicatrices, desiertos, dinero, situacionismo, tangos, guerras, virtudes, demonios, revoluciones, ironías...

¿Pretencioso?