26.4.08

las teorías...

Hace unos días compramos en el centro una mesa bajita de madera oscura, pequeña y maciza, apenas para poner cojines en el piso y comer con toda tranquilidad. Para que se hagan una idea del objeto, la señora que nos la vendió insistía en estar vendiendo una silla y no una mesa. Por supuesto, toda réplica fue inútil . En fin, que la llevamos al apartamento, la instalamos en la salita -una sala muy zen, dijo la hermana de K.- y la hicimos depositaria de diversas funciones: comedor, escritorio, estante para velas y, lo más importante, apoyo para el portátil a la hora de ver películas. Le hemos cogido cariño pero no como se quiere un tapete o un candelabro, es distinto. Esa indefinición, ese constante huir a los sustantivos, es lo más fascinante en ella. La queremos como algo que sirve para lo que uno quiera que sirva y si uno quiere que no sirva para nada, la mesa es también perfectamente inservible. Seguro si la viera un diseñador de la nacho o de la tadeo se largaría a hablar de minimalismo y funcionalidad y todo eso. Ya se sabe, las teorías son incapaces de aceptar lo sencillo y lo sublime.

24.4.08

bolaño salvaje

En el auditorio León de Greiif de la Universidad Nacional, en el marco del festival literario denominado Bogotá 39, cometí la estupidez de decirle a Alvaro Enrigue que después de Los Detectives Salvajes y 2666 no había nada que escribir, que ya todo estaba dicho. El mexicano no hizo nada, lo que fue peor. Respiró hondo y me dijo que todo lo contrario, que Bolaño había barrido la casa para que pudiéramos jugar en ella, que él había clausurado la discusión tan latinoamericana del escritor como figura pública, héroe romántico y vidente supremo. Por si eso fuera poco, Iván Thays, el peruano que toma fotos, me dijo que es posible que con mi pregunta estuviera aludiendo a Bolaño como fenómeno comercial y no como escritor, es decir, me recomendó que lo leyera antes de hablar. Mejor dicho, me jodieron. Aprendí que hablar de literatura no es como sacar a pasear el perro.

Por lo anterior, no tengo ganas de hablar de Bolaño Salvaje aunque me alegra la noticia.

23.4.08

leer a puig

Soñé que leía "El beso de la mujer araña" de Manuel Puig.

Soné que en la historia del libro un hombre compraba algo que no quería comprar, algo que él sabía podría haber conseguido gratis, una roca o una fruta, y que se paraba en una esquina de la ciudad, de cualquier ciudad, y contaba diez autobuses para estrellar en el décimo lo que tenía en las manos, sabiendo de antemano que fracasaría, que la operación era imposible, que siempre habría algo de caprichoso y arbitrario en el conteo de autobuses, así que no se sorprendió demasiado cuando, al llegar el décimo autobus, alquién quitó de sus manos la roca o la fruta que también era una moneda, una mujer mayor que bajaba por la avenida y se perdía entre la gente.

Soñé que en alguna parte del libro había una carta y en ella la palabra "suerte".

Soñé que despertaba del sueño en una biblioteca, que preguntaba a la encargada qué quería decir Puig con esa historia y qué seguía después, a lo que recibí una sonrisa sin sorpresa y con mucho de ironía, y me dijo que sólo había una niña que leía Puig en toda la biblioteca, me dijo su nombre pero no lo recuerdo, es autista como tú, me dijo, y yo le seguí el juego, riéndonos un buen rato, hasta que bajó por una rampa de piedra la niña que esperaba, joven, de pelo negro y largo, montando un monociclo como esos payasos de circo, bajó rumbo a la salida, así que la llamé y le pregunté por el libro de Puig, por el resto de la historia, y no dijo nada, solo sonreía como sonríe una mujer cuando no escucha las palabras que uno dice por mirarlo a la cara, así que la dejé partir, dejé que todo se disolviera en el negro de la noche.

Desperté con ganas de escribir y de leer a Puig.